EN LOS CAMPOS DE FLANDES
El suelo aquí es el más rico
Aun después de todos esos años sin bosta
podías hacer crecer un puerro de un hombre-muerto
mejor que el mejor.
Los veteranos británicos escaseaban.
Cada año le señalaban a sus cada vez más escasos amigos:
Colina Sesenta, Colina Sesenta y uno, Poelcapelle*.
En los Campos de Flandes los zorros marinos conducen
en anillos más apretados alrededor de las líneas serpenteantes
de bolsas de arena endurecidas, las tripas de la muerte.
La manteca local
sabe a amapolas.
* Poelcapelle: batalla que tuvo lugar en Flandes, Bélgica, el
9 de octubre de 1917, entre ingleses y alemanes.
Zorros marinos, puede traducirse por "tiburones".
FLANDES OCCIDENTAL
Un canto enjuto un hilo oscuro
La tierra como una sábana
Que se hunde
La primavera tierra de leche y granjas
Niños madera-de-sauce
Febril tierra de verano cuando el sol
Desova a sus pequeños en el maíz
Recinto dorado
Cuando los granjeros sordomudos ante sus muertas chimeneas
Le rezan a Dios que "les perdone
Sus infracciones contra nosotros".
Con los pescadores ardiendo en sus botes
Con los animales moteados las mujeres espumeantes
Que se hunden
Tierra yo amanezco en vos Mis ojos son añicos
Yo estoy en Itaca con agujeros en mi piel
Yo tomo prestado tu aire cuando hablo
Tus arbustos y tilos están disimulados en mis palabras
Mis cartas son Flandes Occidental duna y pólder
Yo me ahogo en vos
Tierra sos un gong en mi cráneo y a veces
Luego en los puertos
Un caracol: Mayo y oscuridad escarabajo tierra
Brillante
Versiones del inglés: Robert R. Rivas (c.)
HUGO CLAUS (1929-2008) es uno de los mayores escrito-
res flamencos, con una obra inmensa: docenas de piezas
teatrales, novelas (más de 20) y miles de poemas. Su negro
sentido del humor, su profunda relación con su lugar de per-
tenencia, la originalidad de su mirada, iluminan sorpresiva-
mente al lector. Espero que eso sea lo que ocurra con esta bre-
ve muestra de sus poemas.
FUENTE
Modern Poetry in Translation. No.2, 2013. Between Clay
and Star.
NOTA
Algo debe andar mal. Leo, leo y no me alcanzan las pala-
bras, no me llegan a algún lugar fecundo del cerebro. Bue-
no, dejemos de lado el cerebro, demasiado 'científico'. Pa-
semos a la mente. Dos libros, de Claudio Magris uno, Ins-
tantáneas, de Hugo Claus el otro, Una dulce destrucción.
Mi plan era deslizarme por las cinco novelas que tengo de
Claus, seguramente sugerido por algún rincón de esa mente
que mencionaba, después de traducir un par de poemas su-
yos. Dicen que escribió miles. No me sorprende y está bien
porque no debería hacerlo. Siempre creí que se podía escri-
bir interminablemente, si uno enganchaba el trole del tran-
vía en el circuito correspondiente: el resto sería largarse a
andar por ese riel transportador. Pero yo estaba hablando
-la dispersión, la dispersión- de esas novelas del flamenco:
"El deseo", "El pez espada", "Belladona", "El asombro", y
el ya mencionado "Una dulce destrucción", el más autobio-
gráfico de los cinco.
Ir leyendo, pensaba, como quien patina a lo largo de esa ve-
reda que se toquetea con la playa en Santa Mónica, al atarde-
cer, que se ve tan hermoso en el Pacífico, y a esa hora en que
un tentáculo de angustia comienza a mostrar la punta de su
garra. Las ruedas de los patines, me había olvidado de decirlo,
son fosforescentes. Para ir de un libro a otro, siempre entrando
por los inicios, porque sino no se entendería nada.
Todo se vuelve mucho menos claro y definido en la vida real,
aunque parezca justamente lo contrario.
Estaba pensando en un sueño que tuve. Los sueños pueden es-
tar seguros de haber transmitido claramente, aún con su siste-
ma de metáforas y subterfugios, su mensaje.
"Seguir haciendo el esfuerzo... mientras dure. Y después aflo-
jar, sí, aflojar como se suelta un cinturón, una brida, una soga
al cuello. La muerte puede ser como 'aflojar una soga al cuello',
en lugar de apretarla, dijo, haciendo sonreír a la mueca."
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