RABIA
1
El tiempo es.
El aire parece una funda,
el cuarto está en silencio.
Ella se nueve, ella
se ha movido. Él
la oyó.
Los chicos
duermen, el perro comió,
la casa a su alrededor
está abierta, descriptiva,
un camión a través de las paredes,
luces brillantes ahí,
resplandeciendo, el súbito
rugido de su motor, el muy
familiar impacto
mientras pasó
tan cerca. Él
lo odiaba.
Pero qué contesta ella.
Ella se aleja
de eso.
Igual se salvan,
en la manera de él de salvar
el desorden, la acumulación
del barullo esperable-
como si cada suciedad,
cada mancha, borroneada
alegremente, diese
propósito, alegremente-
ella no está suficientemente ahí.
Él está enojado. Su
cara crece -como si
una luna se alzara
de luz negra,
oscureciendo convulsivamente,
como si la vida fuese negra.
Es negra.
Es un agujero
abierto de horror, de
nada como si no
suficiente no hay
nada. Un hoyo-
que él reconoce,
familiar, ve
el uso en, un agujero
para la rabia y
lo llena
consigo mismo,
sin embargo vigila
el borde de él,
como si ella no debiera
caer dentro,
una mano podría
detenerlo. Entonces
mientras el griterío
crece y crece
más alto y más alto
con espacios
del mismo abierto
silencio, la oscuridad,
dentro y fuera, él-
mismo entre ellos,
se para vacío y
estirando sus
manos hacia ambos,
ahora gritando
no puede ser
lo mismo, ella
espera en uno
mientras el otro
gime en el pozo
en el suelo, en la pared.
2
Hay algún olor
que sea rabia,
un rostro
que sea furia.
Pienso pienso
pero me encuentro a mí en ello.
El patrón
es sólo semejanza.
no puedo verme a mí mismo
sino como lo que veo, un
objeto pero un hombre,
con lujuria de perdón,
rabiando, desde ese punto de observación.
seguro en mi propósito,
doble, dividido.
Es una mera intención,
una señal rápidamente adaptada,
corrida para hacer
un horrible lugar
para la auto-satisfacción.
Yo rabio.
Yo rabio, yo rabio.
3
Lo hiciste,
y no querías,
y fue simple.
No estabas involucrado,
aún si te cortasen la cabeza,
o cada dedo
torcido
de su forma hasta romperse,
y gritaras también
con el otro, de placer.
4
Mirame,
en la oscuridad,
mi cara. Veme.
Es el grito
que escucho toda
mi vida, mi propia
voz, mi
ojo trabado
en verse a sí mismo, no
el mundo sea
lo que fuere
sino el cercano
respirar junto
a mí por el que me
estiro, siento como
el calor en mis manos entonces
regresó. La rabia
es lo que
quiero, lo
que no puedo dar
me a mí mismo, de
mí, en
el mundo.
5
Después, qué
es - como si
el sol se hubiese
equivocado al volver,
otra vez. Era
otra vida, un
día, algún
tiempo ido, se
había terminado.
Pero también
el placer, la
apertura
alivio
aún en lo que
era tan odiado.
6
Todo lo que decís que querés
hacerte a vos mismo lo hacés
a otro al mismo tiempo
y nosotros nos sentamos entre vos
esperando por lo que sea que será
al final el verdadero fin de vos.
Robert Creeley formó parte del grupo llamado "Black
Mountain" (Montaña Negra), junto a Charles Olson y Ro-
bert Duncan.
Según él contaba, su procedencia (Nueva Inglaterra), "le
daba ese sentido del habla lacónico, irónico y comprimi-
do, su modo de decirle algo a alguien. Decir lo menos po-
sible tan seguido como fuese posible". También es suya
la famosa frase: "La forma nunca es más que la extensión
del contenido."
Su poesía es una poesía de "las primeras cosas primero", del
ser, de estar viviendo dentro de un cuerpo. Sus poemas son
de descubrimiento, aún, o especialmente, para el mismo poe-
ta. "El fuego se deleita en su forma."
Nació en Massachusetts en 1926 y se crió, luego de la muerte
de su padre, que era oftalmólogo, con su madre, que era enfer-
mera y su hermana en una granja muy grande, pero que no
trabajaba, en la zona rural de New Hampshire. Como niño,
sin embargo, trabajó atendiendo vacas. Estuvo en Harvard 3
años, hasta que fue expulsado por robar una puerta de una
casa de residencia. Durante la Segunda Guerra Mundial con-
dujo una ambulancia en Burma y en la India; volvió a inten-
tarlo en harvard, pero no pudo ser. Durante un tiempo crió
palomas y gallinas y fue vecino de Robert Graves en Mallor-
ca. Durante la década del 60 enseñó en diversos lugares y en
los 70 se radicó con su familia en el norte de California. En
1989 regresó a la costa este, y desde entonces enseñó poesía
en la Universidad Estatal de Buffalo. Murió en 2005.
FUENTE
Jerome Rothenberg and Pierre Joris. Poems for the Mille-
nnium. Volume Two. From Postwar to Millennium. Univ.
of California Press, 1998.
Versión del inglés: Robert R. Rivas (c)
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