Y siendo que hemos hablado
ya de pértigas,
¡qué extraño
no haber mencionado las pértigas acuáticas!
¡Qué suavidad al tacto!
Al tacto lo embelesan de inmediato
Pero resulta que son las manos
las que deben conducir
las pértigas
que nos permitirán
cruzar
los ríos
(No nos conviene el embeleso)
Zona de ríos
Anchurosos, calmos, zigzagueantes,
oblicuos, rumorosos, de boca ancha
y sinuosa cola que pasa y pasa
y nunca pasa
Desarrollo de pértigas
No hay coincidencias
Lo juro. Lo juramos.
Tallado y pulido
Flexibles, pero no mucho, no tanto
El agua es la tentación de la madera
de las pértigas
Todas las pértigas en su intimidad
quieren ser agua
una vez que la han probado
Reconocen de instantáneo
la superioridad innata
del agua
Y alguien que se desplaza sobre
pértigas
está asimismo obligado
a reconocer
que es muchísimo mejor
el desplazamiento
que logra o tiene el agua
Pero así son las cosas de este mundo
parece decirse al cabo
de un racimo de ramas
o de una arboleda de años:
siendo que no se puede convertirse en río
-y que si todo se convirtiese en río,
por otra parte, se derramaría por el mundo
un gran caos-
aceptamos el cuerpo
y el cuerpo acepta la pértiga
y la pértiga acepta la madera
y cruzamos así los ríos
para ir a cualquier parte
Mientras nosotros,
pértiga en mano,
cabalgando ríos
sentimos que hacemos nuestra parte
(Por más esfuerzos que se hagan
por convencernos
que se trata de nada,
o de nadies,
juegos de espejos,
ilusiones, maya,
no dejamos de aferrar la pértiga,
evitar que los ríos nos rebalsen,
y buscar nuestro lugar perdido
y sentir que el sentido
es importante.)
Pero casi no hemos hablado
de las pértigas acuáticas,
de su firmeza y flexibilidad
de su ausencia de consciencia de sí mismas;
de cómo estiradas sobre la hierba
una vez finalizado el viaje
se dan a soñar que son las ramas
a las que el viento despeina por las tardes.
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