domingo, 22 de octubre de 2023

EL MIEDO

  Sí, este ser provisto de garras, tenazas 

  y otros secretos elementos

  es nuestro miedo

 No, no tiene alas.

 O, si las tiene, nacieron pegadas

  al cuerpo.

 O, si se despegaran

  no sirven para alzar ninguna clase de vuelo.

 Envuelven: como brazos-tentáculos

  se enlazan alrededor

  en un abrazo que impide, amaga consolar, y abandona

  al mismo tiempo.


 El miedo lo rige todo

  por presencia excesiva

  o por ausencia inaudita


 Cuando lo olvidamos

  él también parece olvidarnos

 En esos remansos de la memoria

  es cuando creemos en nuestras fuerzas


 Y nos burlamos con sorna

  del destino

 Y lanzamos arrogantes bravatas

  al rapaz porvenir


 También es con la brisa de la ingenuidad

 También con la paciencia inesperada de los sentidos

 También con las playas bañadas

   por mares cálidos y amables

   que supieron ser bestias destructivas

   en los golfos del corazón.


 Se lo llama "El combate"

  y si estamos escribiendo

  es porque, hasta ahora,

  hemos salido airosos


 Aunque esta misma noche el Miedo salga a hacer su ronda

   recorriendo brutalmente los despachos vacíos,

   pateando las puertas

   requisando cajones

   dejando atrás las luces encendidas como faros

   las ventanas abiertas o arrancadas

   y, junto a su olor inconfundible

   un rugido de otro mundo

   habitando largo rato

   los pasillos

 

4 comentarios:

Carmen Troncoso Baeza dijo...

Muy potente poema

Robert Rivas dijo...

Gracias.

Sergio Munari dijo...

Magnífico poema, en el que nos reconocemos los que hemos habitado las lóbregas mansiones nocturnas del miedo,Robert y hemos encontrado en la literatura un remanso de paz, una ventana a cualquier lugar. Es verdad que esas congojas cuando llega la luz purificadora del día, si no se desvanecen del todo, sí se muestran menos acuciantes. Lo dicho, Robert, me gustó mucho el ritmo del poema y la temática. Un saludo.

Robert Rivas dijo...

Muchas gracias, Sergio, por tu empático comentario.
Como escribió en un poema Thomas Bernhard: "La noche no tiene decorado".