Siria se encuentra sumida en una guerra civil que ya lleva
más de 11 años de duración. En esa guerra se enfrentaron ini-
cialmente las Fuerzas Armadas con la oposición siria, que in-
cluía varios grupos terroristas. El conflicto se internacionalizó,
y en 2014, una Coalición Internacional (Occidental) inició ata-
ques aéreos contra los grupos extremistas, que causaron la
muerte de muchos civiles inocentes. Luego Rusia, Irán y chi-
ítas como Hezbolá apoyaron al gobierno en la lucha contra Es-
tado Islámico. En 2015 la Fuerza Aérea rusa bombardeó las
regiones no dominadas por el gobierno, volviendo a causar una
gran cantidad de víctimas. Más de la mitad de la población si-
ria ha debido desplazarse, y no menos de 5 millones (de una po-
blación total de 22 millones de habitantes) ha debido emigrar a
países vecinos.
Pero hay una tragedia aún mayor para contar y tener presen-
te: en 2014, los Yazidíes, una minoría religiosa Kurda, sufrió
un espantoso genocidio a manos de Estado Islámico. Hoy el
80% de los supervivientes a esa masacre, viven malamente
en campos de refugiados en Irak. Este pueblo, que existe al
menos desde el 2000 a.C., resiste como puede su total extin-
ción.
Transcribo un poema-grito de un Yazidí llamado Haji Mer-
shawi.
YAZIDÍ YO SOY
Soporto el dolor de 74 genocidios
y de un millón de años de sollozos.
Mis marcas distintivas son
una boca cerrada y una voluntad paralizada.
El Creador no me conoce,
y ningún mapa de caminos me contiene
Los ángeles más Misericordiosos me aborrecen.
Ninguna indulgencia hablará en mi favor
y ningún verso Coránico fortificará mis muros.
Soy el camino pavimentado del otro al paraíso.
Me disculpo con todos los que me han matado
Si no lograron alcanzar el cielo.
Si lo alcanzaron, no espero gratitud alguna.
La agonía es inherente a mis genes.
El dolor se arraiga en la corriente de mi sangre.
La tristeza se arropa en las células de mi cuerpo.
Estoy destinado a vivir
sólo como el otro quiera;
estoy destinado a morir
sólo cuando el otro lo decida-
crucificado en las ruinas de la memoria de Dios,
marginado del lado viviente de la vida,
arrojado como un lazo agonizante
sobre la hoja serrada del olvido.
Mi único hogar existe en el brillo de las lágrimas
Mi única condolencia existe en la caracola del dolor.
En mí, prisionero, el flujo de los abscesos de mi humanidad
brotan como el pus.
Ninguna meditación me acercará
a ese Dios olvidado
y no hay escapatoria para mí
de estas voluntades irritables.
Atado estoy en un bosque de temores,
amasado en la pasta de las desilusiones
mezclado en llanto, batido con amargura-
mi voz un mero gemido sofocado
en un bosque de lamentos.
El heno bloquea los oídos del universo
mientras el señor se preocupa con otros asuntos.
FUENTE
Journal of Levantine Studies. Volume V.1
Versión del inglés: Robert R. Rivas.
2 comentarios:
Que triste poema
Estremecedor.
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