jueves, 24 de marzo de 2022

UN POEMA DE LOS YAZIDÍES

  




 Siria se encuentra sumida en una guerra civil que ya lleva

más de 11 años de duración. En esa guerra se enfrentaron ini-

cialmente las Fuerzas Armadas con la oposición siria, que in-

cluía varios grupos terroristas. El conflicto se internacionalizó,

y en 2014, una Coalición Internacional (Occidental) inició ata-

ques aéreos contra los grupos extremistas, que causaron la

muerte de muchos civiles inocentes. Luego Rusia, Irán y chi-

ítas como Hezbolá apoyaron al gobierno en la lucha contra Es-

tado Islámico. En 2015 la Fuerza Aérea rusa bombardeó las

regiones no dominadas por el gobierno, volviendo a causar una

gran cantidad de víctimas. Más de la mitad de la población si-

ria ha debido desplazarse, y no menos de 5 millones (de una po-

blación total de 22 millones de habitantes) ha debido emigrar a

países vecinos. 

 Pero hay una tragedia aún mayor para contar y tener presen-

te: en 2014, los Yazidíes, una minoría religiosa Kurda, sufrió

un espantoso genocidio a manos de Estado Islámico. Hoy el

80% de los supervivientes a esa masacre, viven malamente

en campos de refugiados en Irak. Este pueblo, que existe al

menos desde el 2000 a.C., resiste como puede su total extin-

ción.

 Transcribo un poema-grito de un Yazidí llamado Haji Mer-

shawi.


 YAZIDÍ YO SOY


Soporto el dolor de 74 genocidios

 y de un millón de años de sollozos.

 Mis marcas distintivas son

 una boca cerrada y una voluntad paralizada.


 El Creador no me conoce,

 y ningún mapa de caminos me contiene


 Los ángeles más Misericordiosos me aborrecen.


 Ninguna indulgencia hablará en mi favor

 y ningún verso Coránico fortificará mis muros.


 Soy el camino pavimentado del otro al paraíso.


 Me disculpo con todos los que me han matado


 Si no lograron alcanzar el cielo.


 Si lo alcanzaron, no espero gratitud alguna.


 La agonía es inherente a mis genes.


 El dolor se arraiga en la corriente de mi sangre.


 La tristeza se arropa en las células de mi cuerpo.


 Estoy destinado a vivir


 sólo como el otro quiera;


 estoy destinado a morir


 sólo cuando el otro lo decida-


 crucificado en las ruinas de la memoria de Dios,

 

 marginado del lado viviente de la vida,


 arrojado como un lazo agonizante


 sobre la hoja serrada del olvido.


 Mi único hogar existe en el brillo de las lágrimas


 Mi única condolencia existe en la caracola del dolor.


 En mí, prisionero, el flujo de los abscesos de mi humanidad


 brotan como el pus.


 Ninguna meditación me acercará


 a ese Dios olvidado


 y no hay escapatoria para mí


 de estas voluntades irritables.


 Atado estoy en un bosque de temores,


 amasado en la pasta de las desilusiones


 mezclado en llanto, batido con amargura-


 mi voz un mero gemido sofocado


 en un bosque de lamentos.


 El heno bloquea los oídos del universo


 mientras el señor se preocupa con otros asuntos.








FUENTE


Journal of Levantine Studies. Volume V.1


Versión del inglés: Robert R. Rivas.