jueves, 18 de junio de 2020

POEMAS DE ANZHELINA POLONSKAYA




 Nacida en Malakhovka, un pequeño pueblo cercano a Mos-
cú, en 1969, desde muy joven se convirtió en una patinadora profesional sobre hielo.
 Entre 1995 y 1997 vivió en América Latina ejerciendo esa
profesión. Ya en esos años fue sustituyendo su actividad de-
portiva por la poesía. En 2004 apareció en inglés A Voice,
y desde entonces ha sido reconocida como escritora en Occi-
dente. También ha sido traducida al holandés y al castellano,
aunque desconozco esta edición. Ha pagado un alto precio
por su lucha por los derechos humanos en Rusia: fue espiada
y perseguida, motivo por el cual pasó varios años viviendo 
en Alemania. Sus autores de referencia son los rusos Marina
Tsvietáieva y Joseph Brodsky, además de Eugenio Montale
y Paul Celan. Uno de los temas que iniciaron su actividad po-
lítica fue el hundimiento del submarino Kursk, en agosto de
2000 y la muerte de todos sus tripulantes. El rechazo del go-
bierno ruso a la ayuda del exterior produjo una verdadera conmoción en ese país. Ella afirma: "Como estoy afuera del proceso literario, nadie responde a mi escritura en Rusia."



 DOS PÁJAROS 

 Dos pájaros en la arena gris, cenicienta.
 El pájaro dormido está a la derecha; sus plumas son opacas
 y el olvido ha preparado un lugar para él entre las hojas
                                                             caídas.
 El viento arranca una pluma de su alma, para escribir
 con la tinta invisible de la lluvia la palabra Umbra
 de un lado y Lumen en el otro, allá donde 
 el segundo pájaro chilla sobre el muerto, abriendo su pico
                                                              amarillo.
 Al enviarte esta foto, sólo quiero decir
 que puedo ser los dos pájaros a la vez.



FLAVIA

 Cada día regreso a vos, mi Flavia.
 Tu caballo ha muerto y una horda de bárbaros vaga dentro
                                        de mis ingobernables pensamientos.
 Cada vez que mi musa desnuda comparte la cama conmigo
 Me acuerdo de tus manos sobre mi ropa
 bajo las estrellas titilando sobre el Bósforo.
 Entonces te convertiste en un general, Flavia,
 valiente y sabia Flavia, el hombre leal de la emperatriz.
 Durante las noches yo oía el golpear de piedras
 mientras alzaban un muro a mi alrededor.
 ¿Podría tratarse de las mismas manos?



  HOJAS

  Como niños perdidos, las hojas secas
  de las veredas tristes
  se enroscan en nuestras piernas.
  ¿Podrían esas hojas caídas
  encontrar a su madre alguna vez
  bajo este cielo de otoño?
  Tal vez un pájaro, cansado de volar,
  entregándose a las antiguas leyes de la naturaleza,
  podría entregarles su ala opaca.
  O, mientras hablo con vos,
  echaré una mirada casual
  hacia esa callada tontería arbórea,
  más indiferente aun
  que la indiferencia de Dios.
  El viento barre las hojas.



  NAVE DEL UNIVERSO

  Amanecer. Las luces de la infinita
  nave del universo se han apagado,
  las copas bebidas hasta los posos
  y los tiranos todos decapitados-
  sobre el bloque del verdugo
  un tridente de trazas de pájaros
  y una manta de niebla. 
  Las páginas están trituradas
  y sobre las paredes
  una horda de sombras.
  Con sus últimos rayos
  un niño iluminado por la luna sobre las blancas
  colinas de tus rodillas
  y un haz de luz se derrite en el pliegue de tu codo.

  Unos ojos tristes despiertan,
  y miran y ven
  almas,
  el pecio de ese universo,
  arrojado a la costa,
  y una estrella que guiña en las tinieblas,
  siguiendo los mástiles de la nave.


  FUENTE

Modern Poetry in Translation. Third Series-Number Seven.
Love and War., Edited by David & Helen Constantine. Lon-
don, 2007.


 CIELO

 Él rompió el cielo sobre la plaza y lo dio como migas 
                         de pan a los pájaros
 Entonces lo cortó en pedazos y se lo dio a los mendigos,
 los locos, los ciegos y sus compañeros.
 Pero yo obtuve una punta, hecha añicos como una taza arro-
                         jada contra el suelo,

 yaciendo sobre su espalda como un soldado herido,
 resignada como una mujer del harén
 que esconde su mirada detrás de un velo negro.
 El lecho de la llanura está sembrado de casas, y todos

 ahí abajo envejecen como un esclavo encadenado en cauti-
                          verio;
 salvo su rostro de pómulos salientes.
 Tensando mi voz comencé a rechazar mi porción gratuita.
 Pero permanecí en silencio, la boca del cielo estaba repleta
                          de plomo.

  FUENTE

 Anzhelina Polonskaya. A Voice: Selected Poems. Traduccio-
nes de Andrew Wachtel. Northwestern Univ. Press, 2003.



Versiones del inglés: Robert R. Rivas (c)

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