Íbamos a bastante velocidad, las cubiertas del auto palpan-
do la huella, tirándonos mensajes demasiado fugaces en el
volante. El barro estaba espeso, como le gusta a Pinman,
había en efecto mucha agua en el camino así que ver era
imposible. Las ruedas veían por nosotros, sentían en sus
carnes duras el camino. Una distracción de las ruedas podía
muy bien descarriarlo todo -la noche caía como la lluvia,
parecía ser parte noche y parte lluvia, y todo junto imitaba a
la perfección a la desgracia-, o bien abandonarse y abando-
narnos a nuestra suerte en las hondas banquinardas.
Sí había casas, lo disimulaban muy bien. Tal vez ya se ha-
Sí había casas, lo disimulaban muy bien. Tal vez ya se ha-
bían hundido en el barro. No se veía ni una pizca de luz en
ninguna parte, ni siquiera una que sirviera para engañarnos o ilusionarnos un poco. Estábamos a merced de las sensacio-
nes, y de su terror como clara de huevo yendo y viniendo.
*
ISMAEL ZELADA
El loco que estudiaba los pisos.
No tanto de qué estaban hechos, aunque tomaba cuenta
de ello, decía, en voz bien alta, como si le dictara a un es-
cribiente invisible y duro de oído que estuviera a sus espal-
das: "¡parquet!" o "¡baldosa grande!". Luego pasaba, tam-
bién en forma sucinta, a las características físicas: "tabla
ancha", o "rombos combinados", etc. Pero, entonces, empe-
zaba el verdadero estudio del piso. Parece que una cosa muy
importante era la "consistencia" del mismo. También le pres-
taba una intensa atención a las inclinaciones. Las descubría
con una facilidad extraordinaria: "ligera curvatura de dismi-
nución a la derecha". "Acá". "Ahí también". Y luego otras y
nuevas. Siempre interesado, al mismo tiempo, en cómo la
luz natural recorría los pisos y esta observación la hacía bus-
cando ángulos precisos y mínimos, con las ventanas funcio-
nando a la vez como lupa y linterna.
"Sólido", "no suficientemente sólido", "no, no". "Jumm,
cáscara, cáscara."
Estudiaba los pisos, pero no siempre, porque a algunos ya
los tenía estudiados (podría decirse "por suerte"). A esos los
atravesaba sin mirarlos. pasaba derecho, con una actitud
provocadoramente indiferente.
En cambio, en cuanto entraba a un lugar que no conocía,
su atención era súbitamente imantada por el piso. Al
principio ni siquiera se movía. Lo cual producía una honda
impresión: ver cuánto se concentraba. Luego mirábamos sus
expresiones. Decenas de expresiones cambiantes, al percibir
detalles, al serle reveladas cuestiones trascendentes.
"Como si fuesen superficies heladas que pudiesen hundirse
bajo los pies", describe un viejo tratado de psiquiatría del
siglo XIX. Pero, por cierto que no es para nada así. Zelada
no le teme a los pisos en absoluto. Si tuviésemos que em-
plear obligatoriamente un término, saltaría a nuestra mente:
"domador". Pero también resulta inexacto, impreciso.
Anda, ahora descalzo, con una delicadeza que sólo un ani-
mal en peligro de muerte, o bien un animal a punto de sal-
tar sobre la presa, pueden desarrollar.
"Sordo", dice en este momento. "Sordo", le repite a su es-
cribiente. Y por un momento dudamos, claro. Pero habla
del piso, Zelada siempre habla de los pisos.
*
Con imanes le fueron sustrayendo los Schnifles letras a los
Bujuma, hasta dejarlos boyando en el silencio
Imitan el gesto del saludo, pero a nadie -pequeñas violen-
cias permitidas
Una niña se anima: hace ruidos. Los hace y al mismo tiempo
*
ISMAEL ZELADA
El loco que estudiaba los pisos.
No tanto de qué estaban hechos, aunque tomaba cuenta
de ello, decía, en voz bien alta, como si le dictara a un es-
cribiente invisible y duro de oído que estuviera a sus espal-
das: "¡parquet!" o "¡baldosa grande!". Luego pasaba, tam-
bién en forma sucinta, a las características físicas: "tabla
ancha", o "rombos combinados", etc. Pero, entonces, empe-
zaba el verdadero estudio del piso. Parece que una cosa muy
importante era la "consistencia" del mismo. También le pres-
taba una intensa atención a las inclinaciones. Las descubría
con una facilidad extraordinaria: "ligera curvatura de dismi-
nución a la derecha". "Acá". "Ahí también". Y luego otras y
nuevas. Siempre interesado, al mismo tiempo, en cómo la
luz natural recorría los pisos y esta observación la hacía bus-
cando ángulos precisos y mínimos, con las ventanas funcio-
nando a la vez como lupa y linterna.
"Sólido", "no suficientemente sólido", "no, no". "Jumm,
cáscara, cáscara."
Estudiaba los pisos, pero no siempre, porque a algunos ya
los tenía estudiados (podría decirse "por suerte"). A esos los
atravesaba sin mirarlos. pasaba derecho, con una actitud
provocadoramente indiferente.
En cambio, en cuanto entraba a un lugar que no conocía,
su atención era súbitamente imantada por el piso. Al
principio ni siquiera se movía. Lo cual producía una honda
impresión: ver cuánto se concentraba. Luego mirábamos sus
expresiones. Decenas de expresiones cambiantes, al percibir
detalles, al serle reveladas cuestiones trascendentes.
"Como si fuesen superficies heladas que pudiesen hundirse
bajo los pies", describe un viejo tratado de psiquiatría del
siglo XIX. Pero, por cierto que no es para nada así. Zelada
no le teme a los pisos en absoluto. Si tuviésemos que em-
plear obligatoriamente un término, saltaría a nuestra mente:
"domador". Pero también resulta inexacto, impreciso.
Anda, ahora descalzo, con una delicadeza que sólo un ani-
mal en peligro de muerte, o bien un animal a punto de sal-
tar sobre la presa, pueden desarrollar.
"Sordo", dice en este momento. "Sordo", le repite a su es-
cribiente. Y por un momento dudamos, claro. Pero habla
del piso, Zelada siempre habla de los pisos.
*
Con imanes le fueron sustrayendo los Schnifles letras a los
Bujuma, hasta dejarlos boyando en el silencio
Imitan el gesto del saludo, pero a nadie -pequeñas violen-
cias permitidas
Una niña se anima: hace ruidos. Los hace y al mismo tiempo
los arroja al aire. Donde se mezclan con el viento y con los
truenos, con el susurro de las hojas el chirriar de las chicharras
y de los grillos
Bujumas: aprendieron a rezar sin palabras, a llorar sin sollo-
Bujumas: aprendieron a rezar sin palabras, a llorar sin sollo-
zos, a reír bellísimas risas insonoras
*
largos caminos de seda
los abandonados
caminos y caminos
sinuosos, claro está, pero también extensos
senderos de curvas lentas
y con la seda siguiendo y trazando
al mismo tiempo
senderos hace siglos silenciosos
abandonados
al ver esos senderos
o estar cerca de ellos,
¡cómo pensar en tortas,
en edificios, en cornetas,
en discursos, en cetáceos,
en arte y mañas!
*
EL PAN KNINI
no sirve para comer
¿es mejor decirlo al comienzo?
pero la belleza del pan Knini
abre a patadas las puertas
de los templos abandonados de Zizna y de Tolcana.
ellos, los ausentes, desde el fondo frío y oscuro
de sus habitaciones, sus camas fijas de hierro,
sus ventanas enrejadas,
miran al pan Knini con ojos desnudos y trepidantes
*
largos caminos de seda
los abandonados
caminos y caminos
sinuosos, claro está, pero también extensos
senderos de curvas lentas
y con la seda siguiendo y trazando
al mismo tiempo
senderos hace siglos silenciosos
abandonados
al ver esos senderos
o estar cerca de ellos,
¡cómo pensar en tortas,
en edificios, en cornetas,
en discursos, en cetáceos,
en arte y mañas!
*
EL PAN KNINI
no sirve para comer
¿es mejor decirlo al comienzo?
pero la belleza del pan Knini
abre a patadas las puertas
de los templos abandonados de Zizna y de Tolcana.
ellos, los ausentes, desde el fondo frío y oscuro
de sus habitaciones, sus camas fijas de hierro,
sus ventanas enrejadas,
miran al pan Knini con ojos desnudos y trepidantes
lágrimas
el cuerpo del pan Knini
que tanto recuerda
el cuerpo de las muchachas jugando
desnudas en el río
con la luz y con las sombras,
con el tiempo
y con el alma del agua
*
CALAÑAS
Esta Filídula
a algunos les pone la cara
con otros imita apenas el gesto del beso
no sabiendo que no sabe nada
resulta que a veces
parece saber algo
*
CALAÑAS
Esta Filídula
a algunos les pone la cara
con otros imita apenas el gesto del beso
no sabiendo que no sabe nada
resulta que a veces
parece saber algo
o guardar profundamente algún secreto
*
Ofidia es terca ma' non tersa
es tensa pero no intensa
su malicia no la vuelve interesante
pero asfixia a la aspirante
a media reina
y la deja para siempre
reina solamente entre las necias
sin saber y sin sabor;
su marido es el señor
con el que tú conversabas
él ignora que ella reina
entre necias consagradas,
puede que vea a su Ofidia
para mí que no ve nada
*
Dice: "Es raro. O yo tenía una gran imaginación
y la he perdido, o yo no tenía una gran imaginación
y lo que he perdido es la imaginación de tener una
gran imaginación."
Dice: "Tal vez deba volver al dolor. Mi envoltura
de dolor."
Dice: "Vivir escondiéndose. Tener por vida un escon-
dite."
Dice: "Solía alcanzar buenas profundidades en mis
sueños."
Dice también: "Vastos los reinos de la necedad y elevado
su índice de población."
*
Otro día vimos peces de hocico puntiagudo, negros, des-
lizándose por los bordes de las orillas.
Buscaban algo y juraríamos que sabían qué era lo que
buscaban.
Y nosotros mirábamos a esos peces sin dejar de sentir
cómo nos sentíamos.
La aparente diferencia nos causaba una (nueva) desagra-
dable impresión.
*
Después de una excursión de las que se organizaban habi-
tualmente en Sirszt, se venía a este bar a tomar unos tragos,
o a atiborrarse de café.
El café se puede decir que era espeso.
¿Por qué uno mira por los ventanales? ¿Qué, quién espera-
mos que llegue en un lugar donde nadie nos conoce?
P. vivió algunos años en una mina de sal.
Dice que ahí la espera parecía distinta, aterciopelada.
*
Ofidia es terca ma' non tersa
es tensa pero no intensa
su malicia no la vuelve interesante
pero asfixia a la aspirante
a media reina
y la deja para siempre
reina solamente entre las necias
sin saber y sin sabor;
su marido es el señor
con el que tú conversabas
él ignora que ella reina
entre necias consagradas,
puede que vea a su Ofidia
para mí que no ve nada
*
Dice: "Es raro. O yo tenía una gran imaginación
y la he perdido, o yo no tenía una gran imaginación
y lo que he perdido es la imaginación de tener una
gran imaginación."
Dice: "Tal vez deba volver al dolor. Mi envoltura
de dolor."
Dice: "Vivir escondiéndose. Tener por vida un escon-
dite."
Dice: "Solía alcanzar buenas profundidades en mis
sueños."
Dice también: "Vastos los reinos de la necedad y elevado
su índice de población."
*
Otro día vimos peces de hocico puntiagudo, negros, des-
lizándose por los bordes de las orillas.
Buscaban algo y juraríamos que sabían qué era lo que
buscaban.
Y nosotros mirábamos a esos peces sin dejar de sentir
cómo nos sentíamos.
La aparente diferencia nos causaba una (nueva) desagra-
dable impresión.
*
Después de una excursión de las que se organizaban habi-
tualmente en Sirszt, se venía a este bar a tomar unos tragos,
o a atiborrarse de café.
El café se puede decir que era espeso.
¿Por qué uno mira por los ventanales? ¿Qué, quién espera-
mos que llegue en un lugar donde nadie nos conoce?
P. vivió algunos años en una mina de sal.
Dice que ahí la espera parecía distinta, aterciopelada.
Dice que es la clase de espera
que no precisa de la menor esperanza de nada.
2 comentarios:
En verdad es muy original, muy diferente a lo de siempre, todo lo que escribes y publicas. Un cordial saludo.
Gracias.
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