BIENVENIDA
Para recibirnos habían forzado una orquesta de ruinas.
Tal vez eran muy pobres. Tal vez estaban luchando con
la identidad.
No se reconocía ninguno de sus instrumentos como posi-
blemente musical. El que estaba más cerca tenía a su lado
una puerta arrancada de cuajo, con restos de mampostería.
La sostenía en un imprevisible equilibrio por un picaporte
redondo, de esos que se giran para abrir. Si entornaba la
puerta -¿casualmente?- brotaban unos bellos sonidos de un
aire cepillando cosas. Si la abría más plenamente, el viento
arrastraba el lamento feroz de lo inanimado. Sólo un par de
veces, porque es a quien me quedé observando, entreabrió
su instrumento, y para el gran final -todo fue de una breve-
dad inusitada- la puerta se abrió totalmente. Fue el último
músico en romper filas y hasta hoy sigo pensando cómo ha-
ría para cargar de un lado a otro su elegido instrumento.
PARTIENDO
Envueltas en paños húmedos, las masas coladas de los
recuerdos
Esta noche, con el rocío,
cruzar la frontera
Una identidad rústica
Tensatorciéndose los hilos que corren bajopiel
Alguien desternilla una carcajada muy vieja
Mientras olemos la respiración de los duraznos
Y la correa atrapa la pata de la liebre
Los caminos están en algún lado de toda esa bruma-nieve
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