viernes, 31 de diciembre de 2010
LOS TIGRES DE RAJNÁ
Estuve pensando contarles la historia del elefante muerto
de S...., y a un tris estuve, imprudentemente, de hacerlo.
Porque un elefante muerto desde hace varios siglos que
por efecto de las condiciones atmosféricas de esas tierras
bajas, parece recobrar a veces un remezón de energía,
lanzando al aire estruendosas voces mezcla de pedido de
auxilio, advertencia, dolor de muerte y canto desesperante
de vida...
Pero al rato de empezar a contar desde sus orígenes esta
historia, me di cuenta de cómo afectaría las vidas de los
inquietos habitantes de S.... que se difundiera. Quiero de-
cir que un descuidado movimiento de labios en un conti-
nente podría provocar una catarata de desventuras en
otro. No diré nada más acerca de esto.
En su lugar referiré lo que he visto que ocurre en el Rajná,
un pequeño pueblo de la casi olvidada región del Rajdupar.
El pueblo no tendrá más de cien habitantes. Gente muy
sencilla que no se distinguiría de los centenares de pue-
blos de ésa y otras regiones del Gran Muldir Oriental,
de no ser por los tigres. En Rajná, una buena cantidad
de tigres -es difícil contarlos- pasea y duerme en las ca-
lles de tierra sin atacar casi nunca a las personas (también
entre los humanos puede haber, de cuando en cuando,
asesinatos). Sucede así desde hace varias generaciones y
las historias que se cuentan acerca de cómo ha llegado a
suceder esta rareza, nunca resultan convincentes.
Lo habitual es que la gente hace sus cosas y los tigres mero-
dean las casas sin entrar en ellas, e incluso haciéndose a un
lado cuando pasa un carro o una procesión. Y son tigres de
gran porte en algunos casos, bellos ejemplares de la raza.
En cambio, lo sorprendente de este tema de los tigres
de Rajná es que algo terrible sucede durante las noches.
Ya al atardecer se nota crecer la inquietud entre los felinos,
en sus paseos nerviosos y en los conatos de arañazos y
gruñidos entre algunos de ellos. La gente permanece al
margen, prudente y respetuosamente. Desde la selva que
rodea el pueblo, surge al mismo tiempo un voraz silencio
que acalla en un rato el intenso bullicio de monos, insectos
y pájaros.
Y como cada noche los tigres saldrán del pueblo pareciendo
obedecer a una orden inaudible, dejando a resguardo con
alguna hembra joven o con algún tigre anciano todas sus crías,
para no regresar hasta la mañana siguiente. Nadie ha podido seguirlos para ver adónde van. Los tigres, ahí sí decididamen-
te salvajes, amenazan a quien lo intente. Acuden,
según se supone, a lejanos y secretos combates. ¿Con leones,
con hienas, con elefantes? ¿Con otra clase de bestias? No lo sabemos.
Pero cada regreso es un penoso desfile de heridos.
Los tigres que logran sobrevivir a esas tremendas luchas
se lo pasan intentando reponerse de los efectos. Duermen
como muertos, gimen caminando entre los pastizales, se
hunden hasta el cuello en el calmo río ensangrentando sus
lodosas aguas, se acuestan en cualquier parte lamiéndose
las heridas.
Ésa es la escena con la que suelo soñar con más frecuencia
desde que regresé del Radjupar, un recuerdo cuyo filoso
dolor transforma en pesadilla: tigres heridos, que esa misma
noche volverán a la lucha, lamiéndose las heridas.
martes, 28 de diciembre de 2010
ACERCA DE LA MUERTE/ UN CATALOGO
Quisiera creer algo distinto
Y no que la muerte te venció.
Quisiera poder expresar la fuerza
Con la que entonces deseamos,
Ya caídos,
Poder caminar, una vez más, juntos
Y libres bajo el sol.
P. LEVI
por una calle pequeña
de una pequeña ciudad
bajo un baldaquín de castaños
corro feliz, corro alegre,
al lugar donde hallaré la muerte.
J.A. IHNATOWICZ
Sé que hay vidas cuyas muertes las estacionan en un punto
entre dos páginas, como flores secas dentro de un libro.
Iván THAYS. Un lugar llamado Oreja de Perro.
¿Por qué me reí? Conozco este usufructo del ser,
mi fantasía se extiende a sus gozos extremos;
sin embargo yo moriría esta misma medianoche,
y las chillonas enseñas del mundo vería hechas jirones;
versos, fama y belleza son sin duda intensos,
pero más intensa es la muerte, la alta recompensa de la
vida.
John KEATS
La noche del otoño llega tan fría,
reluciente de estrellas
sobre los destrozados huesos de los hombres,
la monja taciturna.
G. TRAKL
Una muerte puede explicarse a sí misma, pero no
arroja luz sobre otra.
E.M. FORSTER
¿Por qué me reí? Conozco este usufructo del ser,
mi fantasía se extiende a sus gozos extremos;
sin embargo yo moriría esta misma medianoche,
y las chillonas enseñas del mundo vería hechas jirones;
versos, fama y belleza son sin duda intensos,
pero más intensa es la muerte, la alta recompensa de la
vida.
John KEATS
La noche del otoño llega tan fría,
reluciente de estrellas
sobre los destrozados huesos de los hombres,
la monja taciturna.
G. TRAKL
Una muerte puede explicarse a sí misma, pero no
arroja luz sobre otra.
E.M. FORSTER
La Muerte era un mar y la Vida era otro mar.
Lorrie MOORE. Si este no es mi hogar, no tengo un hogar.
Ni miedo ni esperanza asisten
al animal que agoniza;
(...)
la muerte es creación del hombre.
W.B. YEATS
Los instrumentos que tenemos coinciden en que el
día de su muerte era frío y oscuro.
W.H. AUDEN (Acerca de la muerte de W.B. Yeats)
Los soles pueden descender y regresar.
Para nosotros, cuando se gasta la breve luz,
Viene una interminable noche para ser dormida.
CATULO
Los instrumentos que tenemos coinciden en que el
día de su muerte era frío y oscuro.
W.H. AUDEN (Acerca de la muerte de W.B. Yeats)
Los soles pueden descender y regresar.
Para nosotros, cuando se gasta la breve luz,
Viene una interminable noche para ser dormida.
CATULO
Sí, recuerda el asombro general ante la extrañeza de una no-
che de la que se hablaba como de algo que hay que fijar fuera
de la muerte, para más adelante poder contarlo a los niños.
Marguerite DURAS. Los ojos azules, el pelo negro.
Otro relato, recogido cerca de Oldenburg, en el Ducado de
Holstein, trata de una dama que comía y bebía alegremente
y tenía cuanto puede anhelar el corazón, y que deseó vivir pa-
ra siempre. En los primeros cien años todo fue bien, pero des-
pués empezó a encogerse y arrugarse, hasta que no pudo an-
dar, ni estar de pie, ni comer ni beber. Pero tampoco podía mo-
rir. Al principio la alimentaban como si fuera una niñita, pero
llegó a ser tan diminuta que la metieron en una botella de vi-
drio y la colgaron en la iglesia. Todavía está ahí, en la iglesia
de Santa María, en Lubeck. Es del tamaño de una rata, y una
vez al año se mueve.
James G. FRAZER. Balder the beautiful. Cit. por Valades.
Y la muerte no hubiese acudido
como un rastrillo de cristal
y la muerte no lo hubiese recogido
como una colilla
Benjamin PERET
Y la muerte no hubiese acudido
como un rastrillo de cristal
y la muerte no lo hubiese recogido
como una colilla
Benjamin PERET
Me venían a la memoria fragmentos de poemas de Sandburg
que dicen algo así como que del hombre, al final, apenas que-
da nada más que el fósforo suficiente para una caja de cerillas,
y el hierro suficiente para forjar un clavo donde colgarse.
Bojumil HRABAL. Una soledad demasiado ruidosa.
mi padre ya no representaba. Al contrario: había experimen-
tado su espléndido lucida intervalla, un momento experimen-
tado sólo por las grandes mentes cuando se enfrentan tranquila-
mente -filosóficamente preparados, por decirlo así- con la
muerte.
Danilo KIS. Jardín, cenizas.
Engendrad para la muerte. Construid para la destrucción.
Todos pasaréis.
Muerte, de ti no hallo escapatoria.
Cuando llegas eres imparcial.
Asaltas a mi vejez
como la vejez asalta a la juventud.
ABÜ-L-'ATAHIYYA (s. VIII)
El caballo -animal grande e indefenso- no sabe esconderse;
durante los bombardeos se queda quieto, esperando la muer-
te.
Ryszard KAPUSCINSKI
Hay que dejar la vida como dejó Ulises a Nausica, bendi-
ciéndola, y no enamorado de ella.
F. NIETZSCHE
En Homero "aflojar la rodilla" significa siempre "morir".
P. HANDKE
Toda mi vida, no admiré nada tanto como a las personas
que se suicidan... En lugar de matarme, entro en los com-
promisos más repugnantes... me refugio en la falta de ca-
cácter como en una maloliente pero blanda piel, en una
lamentable sobrevida.
Thomas BERNHARD
Si al culpable y al inocente, dice el emperador Otón según
Tácito, les aguarda el mismo fin, más hombre es aquel que
se merece la muerte.
G. LEOPARDI
Ahora, casi todas las noches, ella cuenta sus muertos. Siem-
pre se equivoca, olvida a algunos: es como si unos estuviesen
más muertos que otros.
J. RENARD
(Ahora que el niño ha venido al mundo)... Inmortal todavía
nueve meses atrás, como una idea eterna, un principio divino,
está ahora ya a merced de la muerte, ha consumido ya 24 ho-
ras del capital de tiempo con el cual tendrá que contentarse.
A. POLGAR
El niño duerme. Todo lo demás acabó.
M. de SÁ CARNEIRO
Sobre los ojos pusieron antiguas monedas de 5 kopeks, para
que los párpados se le endurecieran cerrados.
Ella yacía en calma, yendo hacia la muerte, así como el ano-
checer va hacia la noche.
V. SHKLOVSKI. (acerca de su abuela)
Después que me haya ido,
dijo el viejo cacique,
si me necesitan, llámenme.
CH. TOMLINSON
El gran tañido de las campanas, como si los muertos mismos
tirasen de la cuerda con los pies.
J. RENARD
Es primavera:
vendrá el verano,
luego la muerte.
ESTRATÓN (s. II d.C.)
EPITAFIO DE UN ESCLAVO
Vivo,
este hombre fue Manes el esclavo,
Muerto, ya es par del rey Darío.
ANYTE (s. III a.C.)
¿No es acaso algo espantoso morir sin haber hecho alguna
cosa humana mientras estábamos vivos y por consiguiente
sin conocer ninguna clase de cosa, sin tener el recuerdo de
ninguna cosa? Pero es lo que pasa con un bebé que muere,
¿no es así?
K. OÉ
El rostro del moribundo lo ilumina todo: es la gravedad que
surge del ser todavía vivo en el que se está apagando la ener-
gía vital. No hay nada que se parezca a esta expresión, que ha
eludido la capacidad de los mayores pintores o escultores.
S. MARAI
La muerte tiene al principio el rostro de lo que no
pudo ser.
A. ARTAUD
DIÁLOGO DE LOS MUERTOS
-¿Siempre duermes?
-Sí, ¿y tú?
-Yo también. No sé qué tengo, pero no puedo despertarme
por la mañana.
J. RENARD
Juan Preciado (en "Pedro Páramo") relata el momento de
su muerte: "No había aire. Tuve que sorber el mismo aire
que salía de mi boca, deteniéndolo con las manos antes de
que se fuera. Lo sentía ir y venir, cada vez menos; hasta
que se hizo tan delgado que se filtró entre mis dedos para
siempre".
J. RULFO
Abrió los ojos; sólo vio el cielo tenue tendido encima para
protegerlo. Lentamente se abriría la grieta, el cielo retrocede-
ría, y el vería detrás eso de lo que nunca había dudado, acer-
cándose a la velocidad de millones de vientos. Su grito era
una cosa separada, estaba a su lado, en el desierto. No ter-
minaba nunca.
P. BOWLES
La muerte es la única pieza que circula libremente y en
cualquier sentido por el tablero de Chirico.
Jean COCTEAU
y su vida
se disolvió en un lecho de hospital
como el espejo en el café que se empañaba lento
un quieto día sin clientes.
J. MALL
No soy novato en esto de velar a la cabecera de los mori-
bundos. A quienes sufren es preciso hablarles de sí mismos;
a los de mente lúcida, alabarles el mundo que abandonan.
No hay dignidad alguna en abandonar un mundo desprecia-
ble, y quienes mueren suelen temer que la vida acaso no
haya valido los esfuerzos que les ha costado.
T. WILDER
El atardecer es rojo. Es el fin del mundo. Yo no muero contra
nadie. Simplicidad de esta muerte. He dejado de vivir. Me es
indiferente, este momento de mi muerte me resulta indiferen-
te.Muriendo no me reúno con él, dejo de esperarlo.
M. DURAS
morir es sacarse el sobretodo
MACEDONIO
Ahora, junto al mar donde su brillo era una lluvia de peces,
de agua. ¡Papá había muerto de la misma manera que era
profundo el mar! Papá había muerto, de la misma manera
que no se ve el fondo del mar.
C. LISPECTOR
Todo aquel que no logre morir joven dejará detrás de sí
una imagen caricaturesca de su orgullo.
CIORAN
El alivio que tú y yo sentiremos en el instante que precede
a la muerte, cuando la suerte nos desate de la triste certi-
dumbre de ser alguien y del peso del universo.
J.L. BORGES
El costoso desviar de la muerte los ojos
Por debajo de todo, corre el deseo del olvido.
P. LARKIN
La muerte estaba en el aire. La respirabas. Ni siquiera
había amanecido cuando nuestros cuerpos afeitados,
untados y lavados ya estaban de pie desnudos en la
nieve alemana de febrero.
B. PAHOR. Necrópolis.
El animal [un elefante] se estaba muriendo, muy lenta-
mente y con gran agonía, pero en algún mundo remoto
donde ni siquiera una bala podía causarle ya daño.
G. ORWELL
¡Mañana! ¿Dónde me hallaré mañana?
¿Cuando la luz se apaga, dónde va?
OMAR EL KAYYAM
"Muerte, acéptame como hijo tuyo" (Kosztolányi). Sería
mejor así: "Muerte, te acepto como padre".
S. MARAI
Siempre se cree que cuando uno está ante la muerte goza
más profundamente de la vida, la bebe a grandes sorbos.
Eso es lo que cuentan los poetas. No es así. Simplemente
se siente uno liberado de una ligadura, como de una rodilla
anquilosada o de una mochila demasiado pesada. De esa
ligadura que supone el deseo de querer estar vivo, del ho-
rror ante la Muerte. Uno ya no se siente atado. Se es libre.
Es la sensación de ser el propio amo.
R. MUSIL
Pero para él fue su última tarde como sí mismo,
una tarde de enfermeras y rumores;
las provincias de su cuerpo se rebelaron,
las plazas de su mente estaban vacías,
el silencio invadía los suburbios,
la corriente de su sentir falló;
se convirtió en sus admiradores.
W.H. AUDEN (acerca de Yeats)
ahora
con
un dulce sol
dentro, ahora con un
millón
flamante billón de clases
de innominado
silencio
E.E. CUMMINGS
"La ternera dormida que es sacada del carro de un mata-
rife"
HEBBEL (cit. por Canetti)
EPITAFIO
Oh ciudadanos, contemplad el aspecto del viejo Enio
que eternizó las gloriosas
empresas de vuestros padres.
Nadie me honre con lágrimas, ni con funeral llanto.
¿Por qué? Por las bocas de los hombres revoloteo vivo.
ENIO (239 a 169 a.C.)
La vejez y la muerte de Gide estuvieron rodeados de tes-
tigos. Pero ¿qué ha sido de estos testigos? La mayoria, se-
guramente, ha muerto también. Llega un momento en que
los testigos mueren a su vez, y sin testigos, la Historia está
hecha, pues, de pequeños reventones de vida, de muertos
sin relevo [...] (La muerte, la verdadera muerte, tiene lugar
cuando muere el testigo. Chautebriand, hablando de su
abuela y de su tía-abuela, dice: "Quizá yo soy el único hom-
bre en el mundo que sabe que esas personas han existido...")
R. BARTHES
Si tuviera que morir ahora, diría: "¿Fue eso todo?" Y "No
le pude entender muy bien." Y: "Había mucho ruido".
K. TUCHOLSKI (durante el ascenso nazi al poder)
Oh las rosas de tu sangre
suavemente empapan la muerte
(No temo ya a la muerte)
E. LÁSKER- SCHÜLER
La inmensa red del cielo
no atrapará a los muertos.
P. HUCHEL
La presencia envolvente, placentaria, de la abuela se iba
retirando poco a poco de la vivienda y concentrándose en
las cuatro paredes de la habitación.
A. GHOSH. Líneas de sombra.
Saliste victoriosa en el irreversible juego de no estar
O. OROZCO
La gran muerte que cada uno lleva en sí
es el fruto en cuyo rededor todo se mueve.
R.M. RILKE
Feliz el que muere antes de haber encontrado la muerte:
apunté a la ligera que eso lo había dicho Bacon.
(...) yo estaba pensando en esa frase triste de Moliere: Sólo
se muere una vez y por tanto tiempo.
(...) Péguy tendrá razón al decir: Cuando una persona mue-
re, no muere sólo de la enfermedad que padece, muere de
toda su vida.
I. von KIESERITZKY
En el Bardo Thödol, el Libro de los Muertos tibetano, el
muerto, durante el período de indecisión en que sigue
muriendo, es enfrentado primero con la clara luz primor-
dial, luego con las divinidades apacibles, luego con la fi-
gura terrorífica de las divinidades irritadas. Si no tiene la
fuerza de reconocerse en esas imágenes, si no ve en ellas
la proyección de su alma espantada, ávida y violenta, si
trata de huir,les dará realidad y espesor, y él mismo vol-
verá a caer en el extravío de la existencia.
M. BLANCHOT
Para todos la muerte tiene una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como contemplar en el espejo
resurgir un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Bajaremos al remolino silenciosos.
C. PAVESE
Ahora, Lupo, lo ves, te dan muerto un guiso
de sardinas y sopas exquisitas de pez siluro.
HORACIO (Lupo era su enemigo, un político corrompido)
Ciega vidente con mirada azul-de-más-allá
rodeada de una multitud de minutos
que quedan por inspirar y expirarse
una leve muerte envuelve a la novia en su velo
dispuesta para salir.
N. SACHS
Tu muerte me fue mostrada. Héla aquí: nada...
y su reverso: nada.
Ni lo que ocurre ni lo que no ocurre, todo el resto sigue
igual.
En ese espejo circular, virtual y cerrado, el lenguaje no
tiene poder.
Cuando tu muerte haya terminado, y terminará porque
habla, cuando tu muerte haya terminado, y terminará,
como tu muerte, como todo.
Cuando tu muerte haya terminado, voy a estar muerto.
J. ROUBAUD
La madurez no existe, porque uno está siempre cambiando
y nunca llega a nada. Llegar a algo tampoco es necesario.
Morir, sí: todo lo inevitable es necesario.
P. BOWLES
'Una vida mejor'. Qué agradable sería la vida si concluyera
antes de la muerte.
BIOY
La muerte hace la vida cotidiana tan poética...
NOVALIS
Bebe, duerme, muere, es preciso librarse de sí mismo
de una u otra manera.
O.W. LUBICZ MILOSZ
loca campana de mi muerte
BATAILLE
una respuesta es siempre una forma de muerte
J. FOWLES
Aunque los sabios reconocen al morir que la tiniebla
[ es justa,
porque ningún relámpago ha clavado sus palabras
no entran dócilmente en esa plácida noche.
D. THOMAS
Porque todos morimos y somos como agua que se
derrama en la tierra, que no puede volver a recogerse.
SAMUEL II, 14-14
Pero también la muerte es algo que sucede: ¿cómo
muere un hombre?
Pero también se gana cada uno su muerte, su propia
muerte,
que no corresponde a nadie más.
Y este juego de niños es la vida.
G. SEFERIS
(Para el Día de los Muertos)
Pongan sobre mi tumba un bote salvavidas
porque uno nunca sabe.
R. DESNOS
Mas no es dado a nosotros
tregua en paraje alguno;
desaparecen, caen
los hombres resignados
ciegamente, de hora
en hora, como agua
de una peña arrojada
a otra peña, a través de los años
en lo incierto, hacia abajo
HOLDERLIN
¡Tan pronto pasa todo lo que pasa!
¡Muere tan joven ante los dioses todo cuanto
[ Muere! ¡Todo es tan poco!
Nada se sabe, todo se imagina.
Circúndate de rosas, ama, bebe.
Y calla. el resto es nada.
F. PESSOA
La muerte nos piensa
O. PAZ
La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los
hombres. Estos conmueven por su condición de fantasmas;
cada acto que ejecutan puede ser el último; no hay rostro
que no esté por desdibujarse en el rostro de un sueño. Todo
entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo
azaroso.
J.L. BORGES
Olga volvió junto a Chéjov (es la luna, Chéjov ya ha muerto).
Se sentó en un taburete, y tomó su mano. De cuando en
cuando le acariciaba la cara. "No se oían voces humanas,
ni sonidos cotidianos- escribiría más tarde-. Sólo existía la
belleza, la paz y la grandeza de la muerte".
R. CARVER
Una tumba, vacía, en la nieve.
Sólo quedan mis obras.
Así me imagino
el encuentro en la encrucijada.
Henrik NORDBRANDT
Cuerpo que me temblás entrado al alma
frío que me enfrías
manito tuya
manando sombra
sombra
sombra
¿paro tu deshacerte en algún lado?
J. GELMAN (a su hijo)
Otro relato, recogido cerca de Oldenburg, en el Ducado
de Holstein, trata de una dama que comía y bebía alegre-
mente y tenía todo cuanto puede anhelar el corazón, y que
deseó vivir para siempre. En los primeros cien años todo
fue bien, pero después empezó a encogerse y arrugarse,
hasta que no pudo andar, ni estar de pie, ni comer ni beber.
Pero tampoco podía morir. Al principio la alimentaban como
si fuera una niñita, pero llegó a ser tan diminuta que la me-
tieron en una botella de vidrio y la colgaron en la iglesia.
Todavía está ahí, en la iglesia de Santa María, en Lubeck.
Es del tamaño de una rata, y una vez al año se mueve.
J.G. FRAZER
La peor de las muertes es el gratillo (laringitis diftérica) y
la mejor es el beso de la muerte. El beso de la muerte es
como sacar una pelo de la leche.
El TALMUD
La muerte del poeta fue ocultada a sus poemas
W.H. AUDEN
La guerra, sí la guerra está encerrada en la tumba con los
huesos de aquel niño.
Muerto con los árboles del bosque normando, de la misma
muerte, ilimitada.
M. DURAS
Engendrad para la muerte. Construid para la destrucción.
Todos pasaréis.
Muerte, de ti no hallo escapatoria.
Cuando llegas eres imparcial.
Asaltas a mi vejez
como la vejez asalta a la juventud.
ABÜ-L-'ATAHIYYA (s. VIII)
El caballo -animal grande e indefenso- no sabe esconderse;
durante los bombardeos se queda quieto, esperando la muer-
te.
Ryszard KAPUSCINSKI
Hay que dejar la vida como dejó Ulises a Nausica, bendi-
ciéndola, y no enamorado de ella.
F. NIETZSCHE
En Homero "aflojar la rodilla" significa siempre "morir".
P. HANDKE
Toda mi vida, no admiré nada tanto como a las personas
que se suicidan... En lugar de matarme, entro en los com-
promisos más repugnantes... me refugio en la falta de ca-
cácter como en una maloliente pero blanda piel, en una
lamentable sobrevida.
Thomas BERNHARD
Si al culpable y al inocente, dice el emperador Otón según
Tácito, les aguarda el mismo fin, más hombre es aquel que
se merece la muerte.
G. LEOPARDI
Ahora, casi todas las noches, ella cuenta sus muertos. Siem-
pre se equivoca, olvida a algunos: es como si unos estuviesen
más muertos que otros.
J. RENARD
(Ahora que el niño ha venido al mundo)... Inmortal todavía
nueve meses atrás, como una idea eterna, un principio divino,
está ahora ya a merced de la muerte, ha consumido ya 24 ho-
ras del capital de tiempo con el cual tendrá que contentarse.
A. POLGAR
El niño duerme. Todo lo demás acabó.
M. de SÁ CARNEIRO
Sobre los ojos pusieron antiguas monedas de 5 kopeks, para
que los párpados se le endurecieran cerrados.
Ella yacía en calma, yendo hacia la muerte, así como el ano-
checer va hacia la noche.
V. SHKLOVSKI. (acerca de su abuela)
Después que me haya ido,
dijo el viejo cacique,
si me necesitan, llámenme.
CH. TOMLINSON
El gran tañido de las campanas, como si los muertos mismos
tirasen de la cuerda con los pies.
J. RENARD
Es primavera:
vendrá el verano,
luego la muerte.
ESTRATÓN (s. II d.C.)
EPITAFIO DE UN ESCLAVO
Vivo,
este hombre fue Manes el esclavo,
Muerto, ya es par del rey Darío.
ANYTE (s. III a.C.)
¿No es acaso algo espantoso morir sin haber hecho alguna
cosa humana mientras estábamos vivos y por consiguiente
sin conocer ninguna clase de cosa, sin tener el recuerdo de
ninguna cosa? Pero es lo que pasa con un bebé que muere,
¿no es así?
K. OÉ
El rostro del moribundo lo ilumina todo: es la gravedad que
surge del ser todavía vivo en el que se está apagando la ener-
gía vital. No hay nada que se parezca a esta expresión, que ha
eludido la capacidad de los mayores pintores o escultores.
S. MARAI
La muerte tiene al principio el rostro de lo que no
pudo ser.
A. ARTAUD
DIÁLOGO DE LOS MUERTOS
-¿Siempre duermes?
-Sí, ¿y tú?
-Yo también. No sé qué tengo, pero no puedo despertarme
por la mañana.
J. RENARD
Juan Preciado (en "Pedro Páramo") relata el momento de
su muerte: "No había aire. Tuve que sorber el mismo aire
que salía de mi boca, deteniéndolo con las manos antes de
que se fuera. Lo sentía ir y venir, cada vez menos; hasta
que se hizo tan delgado que se filtró entre mis dedos para
siempre".
J. RULFO
Abrió los ojos; sólo vio el cielo tenue tendido encima para
protegerlo. Lentamente se abriría la grieta, el cielo retrocede-
ría, y el vería detrás eso de lo que nunca había dudado, acer-
cándose a la velocidad de millones de vientos. Su grito era
una cosa separada, estaba a su lado, en el desierto. No ter-
minaba nunca.
P. BOWLES
La muerte es la única pieza que circula libremente y en
cualquier sentido por el tablero de Chirico.
Jean COCTEAU
y su vida
se disolvió en un lecho de hospital
como el espejo en el café que se empañaba lento
un quieto día sin clientes.
J. MALL
No soy novato en esto de velar a la cabecera de los mori-
bundos. A quienes sufren es preciso hablarles de sí mismos;
a los de mente lúcida, alabarles el mundo que abandonan.
No hay dignidad alguna en abandonar un mundo desprecia-
ble, y quienes mueren suelen temer que la vida acaso no
haya valido los esfuerzos que les ha costado.
T. WILDER
El atardecer es rojo. Es el fin del mundo. Yo no muero contra
nadie. Simplicidad de esta muerte. He dejado de vivir. Me es
indiferente, este momento de mi muerte me resulta indiferen-
te.Muriendo no me reúno con él, dejo de esperarlo.
M. DURAS
morir es sacarse el sobretodo
MACEDONIO
Ahora, junto al mar donde su brillo era una lluvia de peces,
de agua. ¡Papá había muerto de la misma manera que era
profundo el mar! Papá había muerto, de la misma manera
que no se ve el fondo del mar.
C. LISPECTOR
Todo aquel que no logre morir joven dejará detrás de sí
una imagen caricaturesca de su orgullo.
CIORAN
El alivio que tú y yo sentiremos en el instante que precede
a la muerte, cuando la suerte nos desate de la triste certi-
dumbre de ser alguien y del peso del universo.
J.L. BORGES
El costoso desviar de la muerte los ojos
Por debajo de todo, corre el deseo del olvido.
P. LARKIN
La muerte estaba en el aire. La respirabas. Ni siquiera
había amanecido cuando nuestros cuerpos afeitados,
untados y lavados ya estaban de pie desnudos en la
nieve alemana de febrero.
B. PAHOR. Necrópolis.
El animal [un elefante] se estaba muriendo, muy lenta-
mente y con gran agonía, pero en algún mundo remoto
donde ni siquiera una bala podía causarle ya daño.
G. ORWELL
¡Mañana! ¿Dónde me hallaré mañana?
¿Cuando la luz se apaga, dónde va?
OMAR EL KAYYAM
"Muerte, acéptame como hijo tuyo" (Kosztolányi). Sería
mejor así: "Muerte, te acepto como padre".
S. MARAI
Siempre se cree que cuando uno está ante la muerte goza
más profundamente de la vida, la bebe a grandes sorbos.
Eso es lo que cuentan los poetas. No es así. Simplemente
se siente uno liberado de una ligadura, como de una rodilla
anquilosada o de una mochila demasiado pesada. De esa
ligadura que supone el deseo de querer estar vivo, del ho-
rror ante la Muerte. Uno ya no se siente atado. Se es libre.
Es la sensación de ser el propio amo.
R. MUSIL
Pero para él fue su última tarde como sí mismo,
una tarde de enfermeras y rumores;
las provincias de su cuerpo se rebelaron,
las plazas de su mente estaban vacías,
el silencio invadía los suburbios,
la corriente de su sentir falló;
se convirtió en sus admiradores.
W.H. AUDEN (acerca de Yeats)
ahora
con
un dulce sol
dentro, ahora con un
millón
flamante billón de clases
de innominado
silencio
E.E. CUMMINGS
"La ternera dormida que es sacada del carro de un mata-
rife"
HEBBEL (cit. por Canetti)
EPITAFIO
Oh ciudadanos, contemplad el aspecto del viejo Enio
que eternizó las gloriosas
empresas de vuestros padres.
Nadie me honre con lágrimas, ni con funeral llanto.
¿Por qué? Por las bocas de los hombres revoloteo vivo.
ENIO (239 a 169 a.C.)
La vejez y la muerte de Gide estuvieron rodeados de tes-
tigos. Pero ¿qué ha sido de estos testigos? La mayoria, se-
guramente, ha muerto también. Llega un momento en que
los testigos mueren a su vez, y sin testigos, la Historia está
hecha, pues, de pequeños reventones de vida, de muertos
sin relevo [...] (La muerte, la verdadera muerte, tiene lugar
cuando muere el testigo. Chautebriand, hablando de su
abuela y de su tía-abuela, dice: "Quizá yo soy el único hom-
bre en el mundo que sabe que esas personas han existido...")
R. BARTHES
Si tuviera que morir ahora, diría: "¿Fue eso todo?" Y "No
le pude entender muy bien." Y: "Había mucho ruido".
K. TUCHOLSKI (durante el ascenso nazi al poder)
Oh las rosas de tu sangre
suavemente empapan la muerte
(No temo ya a la muerte)
E. LÁSKER- SCHÜLER
La inmensa red del cielo
no atrapará a los muertos.
P. HUCHEL
La presencia envolvente, placentaria, de la abuela se iba
retirando poco a poco de la vivienda y concentrándose en
las cuatro paredes de la habitación.
A. GHOSH. Líneas de sombra.
Saliste victoriosa en el irreversible juego de no estar
O. OROZCO
La gran muerte que cada uno lleva en sí
es el fruto en cuyo rededor todo se mueve.
R.M. RILKE
Feliz el que muere antes de haber encontrado la muerte:
apunté a la ligera que eso lo había dicho Bacon.
(...) yo estaba pensando en esa frase triste de Moliere: Sólo
se muere una vez y por tanto tiempo.
(...) Péguy tendrá razón al decir: Cuando una persona mue-
re, no muere sólo de la enfermedad que padece, muere de
toda su vida.
I. von KIESERITZKY
En el Bardo Thödol, el Libro de los Muertos tibetano, el
muerto, durante el período de indecisión en que sigue
muriendo, es enfrentado primero con la clara luz primor-
dial, luego con las divinidades apacibles, luego con la fi-
gura terrorífica de las divinidades irritadas. Si no tiene la
fuerza de reconocerse en esas imágenes, si no ve en ellas
la proyección de su alma espantada, ávida y violenta, si
trata de huir,les dará realidad y espesor, y él mismo vol-
verá a caer en el extravío de la existencia.
M. BLANCHOT
Para todos la muerte tiene una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como contemplar en el espejo
resurgir un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Bajaremos al remolino silenciosos.
C. PAVESE
Ahora, Lupo, lo ves, te dan muerto un guiso
de sardinas y sopas exquisitas de pez siluro.
HORACIO (Lupo era su enemigo, un político corrompido)
Ciega vidente con mirada azul-de-más-allá
rodeada de una multitud de minutos
que quedan por inspirar y expirarse
una leve muerte envuelve a la novia en su velo
dispuesta para salir.
N. SACHS
Tu muerte me fue mostrada. Héla aquí: nada...
y su reverso: nada.
Ni lo que ocurre ni lo que no ocurre, todo el resto sigue
igual.
En ese espejo circular, virtual y cerrado, el lenguaje no
tiene poder.
Cuando tu muerte haya terminado, y terminará porque
habla, cuando tu muerte haya terminado, y terminará,
como tu muerte, como todo.
Cuando tu muerte haya terminado, voy a estar muerto.
J. ROUBAUD
La madurez no existe, porque uno está siempre cambiando
y nunca llega a nada. Llegar a algo tampoco es necesario.
Morir, sí: todo lo inevitable es necesario.
P. BOWLES
'Una vida mejor'. Qué agradable sería la vida si concluyera
antes de la muerte.
BIOY
La muerte hace la vida cotidiana tan poética...
NOVALIS
Bebe, duerme, muere, es preciso librarse de sí mismo
de una u otra manera.
O.W. LUBICZ MILOSZ
loca campana de mi muerte
BATAILLE
una respuesta es siempre una forma de muerte
J. FOWLES
Aunque los sabios reconocen al morir que la tiniebla
[ es justa,
porque ningún relámpago ha clavado sus palabras
no entran dócilmente en esa plácida noche.
D. THOMAS
Porque todos morimos y somos como agua que se
derrama en la tierra, que no puede volver a recogerse.
SAMUEL II, 14-14
Pero también la muerte es algo que sucede: ¿cómo
muere un hombre?
Pero también se gana cada uno su muerte, su propia
muerte,
que no corresponde a nadie más.
Y este juego de niños es la vida.
G. SEFERIS
(Para el Día de los Muertos)
Pongan sobre mi tumba un bote salvavidas
porque uno nunca sabe.
R. DESNOS
Mas no es dado a nosotros
tregua en paraje alguno;
desaparecen, caen
los hombres resignados
ciegamente, de hora
en hora, como agua
de una peña arrojada
a otra peña, a través de los años
en lo incierto, hacia abajo
HOLDERLIN
¡Tan pronto pasa todo lo que pasa!
¡Muere tan joven ante los dioses todo cuanto
[ Muere! ¡Todo es tan poco!
Nada se sabe, todo se imagina.
Circúndate de rosas, ama, bebe.
Y calla. el resto es nada.
F. PESSOA
La muerte nos piensa
O. PAZ
La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los
hombres. Estos conmueven por su condición de fantasmas;
cada acto que ejecutan puede ser el último; no hay rostro
que no esté por desdibujarse en el rostro de un sueño. Todo
entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo
azaroso.
J.L. BORGES
Olga volvió junto a Chéjov (es la luna, Chéjov ya ha muerto).
Se sentó en un taburete, y tomó su mano. De cuando en
cuando le acariciaba la cara. "No se oían voces humanas,
ni sonidos cotidianos- escribiría más tarde-. Sólo existía la
belleza, la paz y la grandeza de la muerte".
R. CARVER
Una tumba, vacía, en la nieve.
Sólo quedan mis obras.
Así me imagino
el encuentro en la encrucijada.
Henrik NORDBRANDT
Cuerpo que me temblás entrado al alma
frío que me enfrías
manito tuya
manando sombra
sombra
sombra
¿paro tu deshacerte en algún lado?
J. GELMAN (a su hijo)
Otro relato, recogido cerca de Oldenburg, en el Ducado
de Holstein, trata de una dama que comía y bebía alegre-
mente y tenía todo cuanto puede anhelar el corazón, y que
deseó vivir para siempre. En los primeros cien años todo
fue bien, pero después empezó a encogerse y arrugarse,
hasta que no pudo andar, ni estar de pie, ni comer ni beber.
Pero tampoco podía morir. Al principio la alimentaban como
si fuera una niñita, pero llegó a ser tan diminuta que la me-
tieron en una botella de vidrio y la colgaron en la iglesia.
Todavía está ahí, en la iglesia de Santa María, en Lubeck.
Es del tamaño de una rata, y una vez al año se mueve.
J.G. FRAZER
La peor de las muertes es el gratillo (laringitis diftérica) y
la mejor es el beso de la muerte. El beso de la muerte es
como sacar una pelo de la leche.
El TALMUD
La muerte del poeta fue ocultada a sus poemas
W.H. AUDEN
La guerra, sí la guerra está encerrada en la tumba con los
huesos de aquel niño.
Muerto con los árboles del bosque normando, de la misma
muerte, ilimitada.
M. DURAS
¿era escrita verdad que nos desfuéramos?
¿qué voy a hacer con mí
pedazo mío?
Juan GELMAN. Si dulcemente. (Para mí el mejor de sus libros,
el que no hubiese querido tener que escribir nunca, hablándole
a su hijo, secuestrado/muerto).
Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando
quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen,
con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro, sólo es
nuestro lo que perdimos.
J.L. BORGES
SE PODRÍA COMPRENDER
la muerte sería un bello y largo viaje
y las vacaciones ilimitadas de la carne de las estructuras
y de los huesos
T. TZARÁ
Sí, recuerda el asombro general ante la extrañeza de una
noche de la que se hablaba como de algo que hay que
fijar fuera de la muerte, para más adelante poder contarlo
a los niños.
M. DURAS
Sí, como los muertos saben
que la eternidad es ahora...
T. ROETHKE
No toda la muerte ocurre o es lo que ocurre al fin del
vivir, ni es en ella todo muerte: venía de antes y no
ocurre del todo nunca.
MACEDONIO
Río que debe llenarse cuando yo deje de morir
L. ZUKOFSKY
Sus contemporáneos se rieron de Homero;
pocas veces los teatros aplaudieron a Menadro;
a Ovidio solamente lo conoció su Corina.
Sin embargo, no tengáis prisa, mis libritos:
si la fama viene con la muerte, no me apresuro.
MARCIAL
Ya no fumo. Reino con dulzura y mi palacio negro es muy
grato. Ciertamente la muerte es grata y noble y dulce. La
muerte es muy habitable. Habito en la muerte y me complazco
en ella.
V. SEGALEN
Devuelvo mi nombre
al entrar
en este Edén de flores
INSEKI
¡Tontos y niños sois, humanidad! Lloráis
a los muertos y no la muriente flor de la juventud.
THEOGNIS (de Megara)
considero la muerte como un silencio, un silencio y una
intimidad intangible, como la suspensión de la reacción
y las opiniones, un alivio, un privilegio, un silencio afortu-
nado, precioso y perfecto por el que hay que dar gracias.
H. BRODKEY
Cada vez que los veo en mis sueños, los muertos parecen
silenciosos, preocupados, extrañamente deprimidos, muy
diferentes a su querida y alegre forma de ser. Los encuentro,
sin el menor asombro, en lugares que jamás visitaron durante
su vida terrena, en casa de algún amigo mío al que nunca
llegaron a conocer. Se sientan aparte, mirando ceñudos al
suelo, como si la muerte fuese una oscura mancha, un
vergonzoso secreto de familia.
V. NABOKOV
Porque la muerte está al principio
para que el signo esplenda
más allá del sueño.
Aldo OLIVA
En general, los hombres mueren por sí mismos. Tengo cier-
ta experiencia de cómo y de por qué mueren los hombres.
En el fondo de la muerte de un hombre en una revolución o
una guerra hay siempre un pequeño "yo", un pequeño miedo
o una pequeña vanidad. No se muere más que por la fe pro-
pia y por la propia cruz. No se muere más que por uno mismo.
Curzio MALAPARTE
MUERTE DE ALEXANDER POPE
-¿Qué es eso?- pregunta el moribundo, indicando el aire,
y al rato murmuró con una sonrisa feliz: -Era una visión.
Cit. por BORGES/ BIOY
Al principio el hombre fue creado por dos dioses. El dios
de la tierra lo hizo de madera o arcilla, el dios del cielo
le dio la vida. Pero los creadores discutieron entre sí, y
por tanto cada uno volvió a llevarse lo suyo. Por esta
razón mueren los hombres, lo cual implica que la vida
regresa al cielo, mientras que el cuerpo vuelve a la tierra.
Relato MALGACHE (cit. por N. BARLEY)
Alma mía, sé joven.
Pronto otros serán hombres
y yo estando muerto
seré tierra negra.
MIMNERMOS (600 a. C.)
Y tú, que censuras que asista a la guerra y a los placeres
me entregue, ¿puedes tú hacerme inmortal? Si no puedo
evitar mi muerte, déjame abordarla con lo que poseo.
TARAFA (s.VI)
La muerte recogerá un fruto todavía verde.
H. MICHAUX
A espaldas de la gente muele la muela de la muerte.
ABÚ-L- ATAHIYYA (s. VIII)
Habla de la muerte de su padre con un tono muy indife-
rente. "El absceso se abrió en su oreja un minuto después
de su muerte. Se iba después de haberlo matado, como si
ya no tuviera nada que hacer".
F. MARCEAU (acerca de CASANOVA)
Cuando la música sonaba
Desperté y vi el invierno alrededor.
Está claro que en el puerto de la vida
la muerte es la única soberana.
A. AJMÁTOVA
¿Tienes miedo a la muerte? La muerte no es nada:
el sello de plomo aplicado a un frasco repleto.
Si es vida lo que quieres,
¡ven, goza tu domingo
mientras puedas!
R. GRAVES
Un anciano ve un muerto sobre el que caía la claridad de
la luna. Reúne gran número de animales y les dice:
-¿Cuál de vosotros, valientes, quiere encargarse de pasar
el muerto o la luna a la otra orilla del río?
Dos tortugas se presentan: la primera, que tiene las patas
largas, carga con la luna y llega sana y salva con ella a la
orilla opuesta; la otra, que tiene las patas cortas, carga con
el muerto y se ahoga.
Por eso la luna muerta reaparece todos los días, y el hombre
que muere no vuelve nunca.
Los SANDÉ (por B. CENDRARS)
ahora sé que la muerte es nada una vez que ha arribado, ni
oscuridad, ni impresiones visuales, como si uno nunca hubiese
existido, un reposo como una llama extinguida, que no deja
ningún rastro.
A. LUNDKVIST
La muerte es la última disposición divina por la cual la gente
aún siente un poco de respeto.
K. CAPEK
La muerte se ha considerado siempre como la otra patria del
hombre.
W.G. SEBALD
En el camino de la muerte
Mi madre se encontró con un enorme iceberg.
Ella quiso hablar
Pero ya era tarde:
era un enorme iceberg de algodón.
Ella nos miró a mi hermano y a mí
Y después se puso a llorar.
Nosotros le dijimos- mentira verdaderamente absurda-
que lo comprendíamos todo.
Entonces ella tuvo esa sonrisa tan graciosa
de cualquier muchacha ,
Como era en realidad,
Esa sonrisa tan bonita, casi de diablillo.
A continuación fue apresada por la Sombra.
H. MICHAUX
Otro textos vinculados:
domingo, 26 de diciembre de 2010
EL JOVEN INCA (Y SU HERMANA)
¿Sabrán en el pueblo que se trata del Inca?
No ve a nadie, pero recibe visitas.
Jamás camina por la calle.
¿Y en la casa?
Han reclutado, también, mujeres. Realizan los rituales.
¿Con cuánta convicción?
Son mujeres de otros pueblos, siempre. Lejanos.
Hasta se dice que son de pueblos extranjeros, de otra
lengua.
Le lavan, le asean, le visten. Se le prestarán. Es muy
probable.
¿Súbditas o pagas?
Producir el efecto de un Inca...
Los que le rodean saben eso muy bien.
El inca es joven: tiene toda la vida para ir produciendo
el efecto que debe producir.
Los efectos se agregan, expanden, enlazan.
Y a veces, también, se olvidan y vienen nuevos.
¿El Inca se limitará a ser el Inca?
¿O espera con avidez la obtención de poder?
Parece contentarse con ser alguien que espera.
O tal vez no tiene otro modo. Alguien que tiene un
solo camino posible. Eso proporciona una calma casi
inhumana.
Ser el Inca es también casi inhumano.
Se queman las cosas que usó, que tocó.
Se le limitan un poco las cosas, es cierto. Las riquezas
son realmente escasas. Hay pequeñas donaciones.
El Inca no puede usar dos veces el mismo objeto, salvo
los objetos sagrados.
¿Saben de su existencia las autoridades?
"No queda ningún Inca".
Barridos del mundo, del universo.
Extinción, extinción profunda, por toda la eternidad.
El Inca parece un joven del campo. Pero está ataviado.
Discretamente.
Todavía.
Las ropas reales sí están bien guardadas.
¿Las visitará el joven Inca? ¿Las acariciará?
Y al hacerlo, ¿vendrán a su mente recuerdos que no
podría tener ningún humano que no fuese el mismísimo
Inca, como dicen los sacerdotes?
Parece un muchacho de campo, pero sabe las palabras
mágicas. Las musita. Recorre la historia: la conoce tan
bien que no necesita hablar de ella.
¿Pensará la forma en que se dirigirá al pueblo más adelante?
¿O dejará que broten en su momento?
El Imperio era demasiado grande.
Éste es demasiado pequeño.
¿Cuánto ha esperado ya el Inca, atravesando todas estas
generaciones?
Ha habido ya muchos jóvenes que envejecieron y murieron
esperando.
La penumbra de los cuartos.
El frescor.
La lluvia.
El lejano río y las montañas.
Los silencios
Todo parece igual.
La mirada, no lo que ve, la mirada del Inca es aún la mirada
del Inca.
La piel de las mujeres
Los olores.
Los frutos.
Las estaciones.
El murmullo de las conversaciones en quechua que vienen
del otro cuarto.
El entresueño.
Las sensaciones del cuerpo al ponerse de pie.
Su sensibilidad, que se va afinando y afilando en el
gran silencio.
Pasaría por las ranuras como una luz muy delgada o como
un hilo de música.
Pero tal vez tema que eso signifique entenderse con muy
pocas personas. O con ninguna.
Las dos clases de nobleza: aquella que suprime las pasiones
y aquella que ejerce las pasiones sin límites.
Muchas veces, confundida la nobleza con la mayor
economía de gestos (y emociones).
Relato de la hermana del Inca
"Yo era muy pequeña cuando vinieron a buscar a mi
hermano. Estaba en la cama, sería muy temprano,
porque había poca luz.
Vinieron varios señores, algunos que no conocía y mi
padre estaba muy serio, pero no sorprendido.
Mi hermano había cumplido 10 años. Entonces todos lo
llamábamos Tingi, pero cuando nos trajeron a Cuzco
nos prohibieron seguir llamándolo de esa manera.
Y también nos prohibieron tutearlo o tocarlo, salvo que
él nos tocase...
Tingi jugaba mucho solo. Y cuando nos veía mirarlo,
sonreía muy muy suave.
Mis padres no estaban preocupados porque Tingi
estuviese tanto tiempo solo y porque durante muchas
horas le instruían en las más diversas materias.
Todos nos fuimos deslizando hacia esa nueva vida.
Aprendimos a vivir en secreto, diría yo.
"Tingi atrae el perfume de esas flores,
Tingi tuerce el vuelo de los abejorros",
decía mi abuela desde que yo recuerdo.
Un día alguien lo llamó desde la puerta. Tingi estaba
en el patio. Su rostro... ensombreció. Y entonces corrió
hacia el fondo de nuestra casa de barro y saltó por el
agujero de la ventana. El hombre que lo llamaba corrió
detrás suyo, pero no pudo encontrarlo. Para cuando
el desconocido volvió a entrar a nuestra casa, ya dos amigos
de mi padre y mi padre estaban esperándolo.
Después de eso, ya Tingi no volvió a la escuela y no
podía ni debía hablar con ningún extraño, y mucho menos
abandonar el pequeño patio y la casa.
¡Cómo ha crecido! Escucha a los mayores sentado en el
suelo, tan calmo. Parece el rey de todos nosotros.
Cuando bromeo con él, en lugar de reirse, alza la mirada
al cielo. Pero igual yo veo cómo le sonríen los ojos."
No ve a nadie, pero recibe visitas.
Jamás camina por la calle.
¿Y en la casa?
Han reclutado, también, mujeres. Realizan los rituales.
¿Con cuánta convicción?
Son mujeres de otros pueblos, siempre. Lejanos.
Hasta se dice que son de pueblos extranjeros, de otra
lengua.
Le lavan, le asean, le visten. Se le prestarán. Es muy
probable.
¿Súbditas o pagas?
Producir el efecto de un Inca...
Los que le rodean saben eso muy bien.
El inca es joven: tiene toda la vida para ir produciendo
el efecto que debe producir.
Los efectos se agregan, expanden, enlazan.
Y a veces, también, se olvidan y vienen nuevos.
¿El Inca se limitará a ser el Inca?
¿O espera con avidez la obtención de poder?
Parece contentarse con ser alguien que espera.
O tal vez no tiene otro modo. Alguien que tiene un
solo camino posible. Eso proporciona una calma casi
inhumana.
Ser el Inca es también casi inhumano.
Se queman las cosas que usó, que tocó.
Se le limitan un poco las cosas, es cierto. Las riquezas
son realmente escasas. Hay pequeñas donaciones.
El Inca no puede usar dos veces el mismo objeto, salvo
los objetos sagrados.
¿Saben de su existencia las autoridades?
"No queda ningún Inca".
Barridos del mundo, del universo.
Extinción, extinción profunda, por toda la eternidad.
El Inca parece un joven del campo. Pero está ataviado.
Discretamente.
Todavía.
Las ropas reales sí están bien guardadas.
¿Las visitará el joven Inca? ¿Las acariciará?
Y al hacerlo, ¿vendrán a su mente recuerdos que no
podría tener ningún humano que no fuese el mismísimo
Inca, como dicen los sacerdotes?
Parece un muchacho de campo, pero sabe las palabras
mágicas. Las musita. Recorre la historia: la conoce tan
bien que no necesita hablar de ella.
¿Pensará la forma en que se dirigirá al pueblo más adelante?
¿O dejará que broten en su momento?
El Imperio era demasiado grande.
Éste es demasiado pequeño.
¿Cuánto ha esperado ya el Inca, atravesando todas estas
generaciones?
Ha habido ya muchos jóvenes que envejecieron y murieron
esperando.
La penumbra de los cuartos.
El frescor.
La lluvia.
El lejano río y las montañas.
Los silencios
Todo parece igual.
La mirada, no lo que ve, la mirada del Inca es aún la mirada
del Inca.
La piel de las mujeres
Los olores.
Los frutos.
Las estaciones.
El murmullo de las conversaciones en quechua que vienen
del otro cuarto.
El entresueño.
Las sensaciones del cuerpo al ponerse de pie.
Su sensibilidad, que se va afinando y afilando en el
gran silencio.
Pasaría por las ranuras como una luz muy delgada o como
un hilo de música.
Pero tal vez tema que eso signifique entenderse con muy
pocas personas. O con ninguna.
Las dos clases de nobleza: aquella que suprime las pasiones
y aquella que ejerce las pasiones sin límites.
Muchas veces, confundida la nobleza con la mayor
economía de gestos (y emociones).
Relato de la hermana del Inca
"Yo era muy pequeña cuando vinieron a buscar a mi
hermano. Estaba en la cama, sería muy temprano,
porque había poca luz.
Vinieron varios señores, algunos que no conocía y mi
padre estaba muy serio, pero no sorprendido.
Mi hermano había cumplido 10 años. Entonces todos lo
llamábamos Tingi, pero cuando nos trajeron a Cuzco
nos prohibieron seguir llamándolo de esa manera.
Y también nos prohibieron tutearlo o tocarlo, salvo que
él nos tocase...
Tingi jugaba mucho solo. Y cuando nos veía mirarlo,
sonreía muy muy suave.
Mis padres no estaban preocupados porque Tingi
estuviese tanto tiempo solo y porque durante muchas
horas le instruían en las más diversas materias.
Todos nos fuimos deslizando hacia esa nueva vida.
Aprendimos a vivir en secreto, diría yo.
"Tingi atrae el perfume de esas flores,
Tingi tuerce el vuelo de los abejorros",
decía mi abuela desde que yo recuerdo.
Un día alguien lo llamó desde la puerta. Tingi estaba
en el patio. Su rostro... ensombreció. Y entonces corrió
hacia el fondo de nuestra casa de barro y saltó por el
agujero de la ventana. El hombre que lo llamaba corrió
detrás suyo, pero no pudo encontrarlo. Para cuando
el desconocido volvió a entrar a nuestra casa, ya dos amigos
de mi padre y mi padre estaban esperándolo.
Después de eso, ya Tingi no volvió a la escuela y no
podía ni debía hablar con ningún extraño, y mucho menos
abandonar el pequeño patio y la casa.
¡Cómo ha crecido! Escucha a los mayores sentado en el
suelo, tan calmo. Parece el rey de todos nosotros.
Cuando bromeo con él, en lugar de reirse, alza la mirada
al cielo. Pero igual yo veo cómo le sonríen los ojos."
ALGUNOS MISTERIOS
Y ya todo eso pasó, pasó.
Nadie tiene su reloj de bolsillo.
Ni el último libro que leía.
Ya no existe la jaula de su canario "Karabontara".
No sabemos cuál fue la última música que escuchó.
Ya no está su imagen reflejada en la ventanilla del
tren que parte de la Estación Central de Praga,
próxima al Museo Nacional.
No está en ninguna parte su sombrero bombín de
fieltro. Ni la taza en la que tomaba el té.
No está filmado el primer encuentro con Milena,
cuando ella se aprestaba a traducirlo al checo.
Nadie encuentra su lámpara de mesa, ni la llave
del ascensor de la 36 Niklasstrasse, ni sus cuadernos
de aprendizaje de hebreo.
Nadie sabe qué había en los 10 o 12 cuadernos que
Dora le ayudó a echar al fuego.
Sabemos, en cambio, con qué dulzura les escribió
a sus padres una carta en la que les pedía que no
fuesen a verlo a la clínica Hoffman en Kierling, el
día antes de morir.
Sabemos que no se habla o piensa de ningún otro
escritor como se habla o piensa o siente de él.
Pero no sabemos porqué.
Nadie tiene su reloj de bolsillo.
Ni el último libro que leía.
Ya no existe la jaula de su canario "Karabontara".
No sabemos cuál fue la última música que escuchó.
Ya no está su imagen reflejada en la ventanilla del
tren que parte de la Estación Central de Praga,
próxima al Museo Nacional.
No está en ninguna parte su sombrero bombín de
fieltro. Ni la taza en la que tomaba el té.
No está filmado el primer encuentro con Milena,
cuando ella se aprestaba a traducirlo al checo.
Nadie encuentra su lámpara de mesa, ni la llave
del ascensor de la 36 Niklasstrasse, ni sus cuadernos
de aprendizaje de hebreo.
Nadie sabe qué había en los 10 o 12 cuadernos que
Dora le ayudó a echar al fuego.
Sabemos, en cambio, con qué dulzura les escribió
a sus padres una carta en la que les pedía que no
fuesen a verlo a la clínica Hoffman en Kierling, el
día antes de morir.
Sabemos que no se habla o piensa de ningún otro
escritor como se habla o piensa o siente de él.
Pero no sabemos porqué.
sábado, 25 de diciembre de 2010
EL VAGÓN DE SOÑAR
Desalojado de sí mismo, desde hacía años habitando
las islas de los sueños, para no hundirse-ahogarse, con
las ventanillas del vagón de soñar hartas de luz.
Se ha ido. Camina por las vías un laaargo trecho, pero
después sale campo traviesa y se pierde más y más
entre pastizales y bosques anegados, sin pensar, sin
pensar que no debió dejar el vagón que lo encerraba
del inundante mundo.
El vagón solitario... en una vía 'muerta'.
No, no habría que llamarla siempre así, puede ser una
vía abandonada, simplemente.
El vagón espera,
solitario,
en una vía abandonada.
Su vagón de soñar.
las islas de los sueños, para no hundirse-ahogarse, con
las ventanillas del vagón de soñar hartas de luz.
Se ha ido. Camina por las vías un laaargo trecho, pero
después sale campo traviesa y se pierde más y más
entre pastizales y bosques anegados, sin pensar, sin
pensar que no debió dejar el vagón que lo encerraba
del inundante mundo.
El vagón solitario... en una vía 'muerta'.
No, no habría que llamarla siempre así, puede ser una
vía abandonada, simplemente.
El vagón espera,
solitario,
en una vía abandonada.
Su vagón de soñar.
viernes, 24 de diciembre de 2010
UNA CAJITA DE PALABRAS
El 'sistema' de la dulzura
en tu húmeda oscuridad
lechos de flores mojadas
y el viajero secreto
"love loves to love love" (Joyce)
"se dispersa/ al tirarme al suelo entre lágrimas..." (Izumi)
"Perhaps if death is kind..." (Teasdale)
una nueva
una pequeñísima
y traslúcida palabra
moviéndose como una brizna de sol
entre las momias de las palabras,
capaz de navegar para siempre
para susurrarle algo a tu corazón
domingo, 19 de diciembre de 2010
"EL MÁS PERFECTO EPIGRAMA"
"Ese milagroso original, que John W. Mackail llama 'tal
vez el más perfecto epigrama que se haya escrito en
cualquier lengua'".
El Epigrama de CALÍMACO de KYRENE (s. III a.C.).
Nacido en 305 a.C., en Kyrene, en el norte de Africa,
maestro de escuela en Alejandría, y luego catalogador de
la biblioteca real (la más famosa biblioteca de los anti-
güedad), produjo un catálogo sistemático de la biblioteca
que ha sido denominado "la primera historia literaria
científica". Ha escrito variadas formas de poemas breves,
por considerar que los poemas extensos eran "un anacro-
nismo".
Escribió su propio Epitafio: "Estás caminando sobre la
tumba de Calímaco, quien poseía habilidades para cantar
poemas y sabía cuándo reír con su vino". Murió en 238 a.C.
Poco se sabe de Herakleito, salvo que era, según Diógenes
Laercio , "un poeta elegíaco de Halikarnaso". Seguramente
tituló la colección de sus poemas "Ruiseñores". Es de
lamentar que sólo se haya conservado uno de ellos:
[La tierra está recién excavada, las semi-marchitas
guirnaldas de hojas cuelgan sobre la faz de la lápida.
¿Qué dicen esas letras, viajero? ¿Qué pueden decirte
acerca de los pulidos huesos que la losa dice que guarda?
"Extranjero, yo soy Aretemias de Cnidus. Yo era la esposa
de Eufro. Los dolores de parto no me fueron rehusados.
Dejé a uno de los gemelos para que guiara la vejez de mi
marido,
y llevé al otro conmigo para que me lo recordase."]
He traducido cuatro versiones del epigrama de Calímaco:
1. La versión de Dudley Fitts: "Poems from The Greek
Anthology", 1956.
Alguien me trajo la noticia de tu muerte, ah Herakleito
amigo mío,
Y lloré por ti, recordando
Cuan a menudo habíamos visto ponerse el sol mientras
conversábamos.
Y tú eres cenizas ahora, viejo amigo del Halikarnasso,
Cenizas ahora:
pero tus cantos de "ruiseñores" viven aún,
y la Muerte, esa destructora de cada cosa querible
no podrá tocarlos con sus ciegos cercenantes dedos.
(ELEGY ON HERAKLEITOS
One brought me the news of your death, O Herakleitos my friend,
And I wept for you, remembering
How often we had watched the sun set as we talked.
And you are ashes now, old friend from Halikarnassos,
Ashes now: but your nightingale songs live on,
And Death, the destroyer of every lovely thing,
Shall not touch them with his blind all-canceling fingers.)
2. Versión de Willis Barnstone: "Greek Lyric Poetry",
1962.
Me trajeron palabra de tu muerte,
Herakleitos,
y lloré por ti
recordando cuantas veces vimos ponerse el sol
mientras hablábamos.
Querido amigo Halikarnásseo,
tú yaces en otra parte ahora
y no eres más que cenizas;
sin embargo tus cantos -tus ruiseñores- vivirán,
y nunca el mundo subterráneo
que lo destruye todo,
podrá tocarlos con su mortífera mano.
(ON THE DEATH OF A POET
They brought me word of your death,
Herakleitos,
and I wept for you
remembering how often we watched the sun
setting as we talked.
Dear Halikarnassian friend,
you lie elsewhere now
and are mere ashes;
yet your song -your nightingales- will live,
and never will the underworld,
destroying everything,
touch them with its deadly hand.)
3. Versión de Peter Jay: The Greek Anthology, 1973.
Alguien habló de tu muerte, Herakleito. Me trajo
lágrimas, y recordé cuan a menudo juntos
vimos ponerse el sol hablando... en alguna parte
hace ya tiempo eres polvo, mi amigo Halikarnasiano.
Pero tus Ruiseñores siguen vivos, y aún el Dios-muerte
que lo arranca todo, no podrá tocarlos.
(Someone spoke of your death, Herakleitos. It brought me
Tears, and I remembered how often together
We ran the sun down with talk... somewhere
You've long been dust, my Halikanassian friend.
But your Nightingales live on. Though the Death-god
Claws at everything, he will not touch them.)
4. Versión de Kenneth Rexroth: "Poems from the Greek
Anthology", 1962.
Alguien me ha contado que estabas muerto,
Herakleito, y lloré cuando
Recordé cuántas veces
El sol se había puesto mientras charlábamos
Juntos cuando viniste una vez
A verme desde Halikarnaso.
¿Dónde estás ahora? Hace mucho, mucho ya eres
Cenizas. Pero tus "Ruiseñores" aún
Viven. La muerte lo arrebata todo, pero
El no pondrá su mano sobre ellos.
(Somebody told me you were dead,
Herakleitos, and I wept when
I remembered how many times
The sun had set as we gossiped
Together when you came to see
Me once from Halikarnassos.
Where are you now? Lon, long ago
Ashes. But your "Nightingales" still
Live. Death snatches everything, but
He shall not lay his hand on them.)
Hay un epigrama que éste me trae a la memoria, y
ése epigrama me parece mucho más bello. Y perfecto,
también, si 'perfecto' significa que no podría haberse
escrito mejor.
Es el epigrama de Ezra Pound llamado ERAT HORA y
no voy a transcribirlo acá, para que cada quien lo busque
y lea por su cuenta.
¿Para qué sirven los epigramas -o la poesía?
En latín se diría que para caedi su peresse: para escapar
de la matanza.
O porque graviter ferre opus est: es necesario (se necesita)
sentir mucho.
¿Y por qué en latín? Para que se oiga como algo muy antiguo
pero nuevo. O para que se oiga como si nunca lo hubiésemos
oído antes. Para intentar devolverle su música perdida a las
palabras. Para poder decir "speravi mus ista": tuvimos
esperanza.
sábado, 18 de diciembre de 2010
LA PENSIÓN LEKTÁ
En una pensión de los alrededores de Lektá todos los
cuartos (nueve) están ocupados por unos religiosos
que provienen del priorato de Tolga que fuera cerrado
hace unos años por órdenes provenientes de oscuras
jerarquías.
Todos ellos, viejos y jóvenes, han sido o serán misioneros.
A más de uno le pesa el espíritu.
Un poco más desde que esperan sin saber por cuanto
tiempo, en la pensión.
Dos de ellos ni siquiera hablan la lengua de los demás
y hasta son extranjeros entre sí.
Su única organización ha sido la de colocar una campana
en el vestíbulo de entrada. Un pastor del pueblo recibe
una mínima paga por tañer la campana a las 6 de la
mañana, antes de llevar a pastar al rebaño y a las 7
de la tarde cuando regresa. Pero no se sabe con qué
fin, ya que no se observa ninguna actividad ni religiosa
ni de ningún otro tipo entre los monjes.
Eso sí: le han dado oscuridad a los cuartos, bloqueando
las persianas.
A veces, a las perdidas, se escuchan fugaces murmullos
que podrían ser tomados por rezos.
En esta improvisada trapa esperan instrucciones para
emprender al parecer viajes a tierras remotas o, en
algunos casos, para ser forzados al retiro en sus pueblos
de origen.
Hace un mes atrás, uno de los más ancianos salió muy
temprano y lo encontraron esa noche, en el bosque,
totalmente extraviado geográfica y mentalmente.
Llegó a la pensión conducido por ambos brazos,
lívido, tembloroso y con la mirada aterrada.
No hubo comentarios de los demás, pero poco
después una destartalada camioneta se llevó al
viejo monje de quien ni siquiera conocemos el
nombre. Cuando la moza entró a ordenar su habitación,
encontró en su cabecera esta frase: Quid me alta
silentia cogis/ rumpere et obductum/ verbis vulgare
dolorem?*
Todos parecen ser muy frugales. En contadas ocasiones
se los ha visto traer alimentos del exterior de la pensión.
El comedorcito de la planta baja casi siempre está vacío,
con la excepción de una tarde en la que recibieron la
visita -la única que hayamos registrado- de alguien que
parecía ser un alto Prior de la Iglesia Central. Estuvieron
varias horas sentados en silencio alrededor del misterioso
personaje que hablaba con una voz muy autoritaria en un
idioma irreconocible.
Lo cierto es que alguien se estaba haciendo cargo de los
austeros gastos, aunque no se supiera quién ni cómo.
En la terraza de la pensión había un viejo palomar, pero
los religiosos parecían tener prohibido cualquier contacto
con las aves.
Hace un par de días llegó, en la misma camioneta, el
reemplazante del anciano que perdió la chaveta. Es un
monje rubicundo, sin duda de las regiones de Rúmpeter,
donde la gente suele estar cargada con excesos de energía.
¡Quién sabe cómo hará para domeñar sus naturales ímpetus
en la mortecina pensión de Lektá!
Las ovejas del joven pastor bloquean la calle delante de
la entrada. La campanada suena a través de sus cuerpos,
suena a través de los viñedos y de los olivares, suena a lo
largo del camino de tierra, hasta perderse, ondulando, en
la tierna luminosidad de la tarde.
* "¿Porqué me fuerzas a romper un profundo silencio
y a divulgar con palabras un dolor secreto?"
cuartos (nueve) están ocupados por unos religiosos
que provienen del priorato de Tolga que fuera cerrado
hace unos años por órdenes provenientes de oscuras
jerarquías.
Todos ellos, viejos y jóvenes, han sido o serán misioneros.
A más de uno le pesa el espíritu.
Un poco más desde que esperan sin saber por cuanto
tiempo, en la pensión.
Dos de ellos ni siquiera hablan la lengua de los demás
y hasta son extranjeros entre sí.
Su única organización ha sido la de colocar una campana
en el vestíbulo de entrada. Un pastor del pueblo recibe
una mínima paga por tañer la campana a las 6 de la
mañana, antes de llevar a pastar al rebaño y a las 7
de la tarde cuando regresa. Pero no se sabe con qué
fin, ya que no se observa ninguna actividad ni religiosa
ni de ningún otro tipo entre los monjes.
Eso sí: le han dado oscuridad a los cuartos, bloqueando
las persianas.
A veces, a las perdidas, se escuchan fugaces murmullos
que podrían ser tomados por rezos.
En esta improvisada trapa esperan instrucciones para
emprender al parecer viajes a tierras remotas o, en
algunos casos, para ser forzados al retiro en sus pueblos
de origen.
Hace un mes atrás, uno de los más ancianos salió muy
temprano y lo encontraron esa noche, en el bosque,
totalmente extraviado geográfica y mentalmente.
Llegó a la pensión conducido por ambos brazos,
lívido, tembloroso y con la mirada aterrada.
No hubo comentarios de los demás, pero poco
después una destartalada camioneta se llevó al
viejo monje de quien ni siquiera conocemos el
nombre. Cuando la moza entró a ordenar su habitación,
encontró en su cabecera esta frase: Quid me alta
silentia cogis/ rumpere et obductum/ verbis vulgare
dolorem?*
Todos parecen ser muy frugales. En contadas ocasiones
se los ha visto traer alimentos del exterior de la pensión.
El comedorcito de la planta baja casi siempre está vacío,
con la excepción de una tarde en la que recibieron la
visita -la única que hayamos registrado- de alguien que
parecía ser un alto Prior de la Iglesia Central. Estuvieron
varias horas sentados en silencio alrededor del misterioso
personaje que hablaba con una voz muy autoritaria en un
idioma irreconocible.
Lo cierto es que alguien se estaba haciendo cargo de los
austeros gastos, aunque no se supiera quién ni cómo.
En la terraza de la pensión había un viejo palomar, pero
los religiosos parecían tener prohibido cualquier contacto
con las aves.
Hace un par de días llegó, en la misma camioneta, el
reemplazante del anciano que perdió la chaveta. Es un
monje rubicundo, sin duda de las regiones de Rúmpeter,
donde la gente suele estar cargada con excesos de energía.
¡Quién sabe cómo hará para domeñar sus naturales ímpetus
en la mortecina pensión de Lektá!
Las ovejas del joven pastor bloquean la calle delante de
la entrada. La campanada suena a través de sus cuerpos,
suena a través de los viñedos y de los olivares, suena a lo
largo del camino de tierra, hasta perderse, ondulando, en
la tierna luminosidad de la tarde.
* "¿Porqué me fuerzas a romper un profundo silencio
y a divulgar con palabras un dolor secreto?"
viernes, 17 de diciembre de 2010
RELIGIONES ANIMALES
"Let this life of worry
Pass by in silence, as
Silent is Time itself.
Live unknown, and so die."
PALLADAS of Aleaxandria, IVc. A.D.
Agobiados por sus inexcusables ocupaciones
(asegurar la continuidad de su especie)
la multitud de cangrejos
de estas playas bañadas de luna
no se detienen a mirar el paisaje.
Leen las señales a tientas
en medio de un fragor impensable.
Es mar y mar y marejada
y desovar en sus olas
de nocturno caos,
es más importante
que ponerse a salvo.
Ranas, hormigas, castores,
langostas, hienas, polillas,
anchoas, lobos, pingüinos,
alces, pulgas y ratas,
¡tanto esfuerzo, tanta lucha!
no hay salida de la especie,
¿hay que avisarles?
si no es por la única puerta
que a todos aterra y calma.
Pacto sellado y blindado,
sin remedio y sin auxilio;
ingentes esfuerzos, luchas incesantes...
¿Envidiable la endiablada meta
suprema y sagrada?
En sus religiones sin Dios
creen sin brecha alguna,
de nacimiento a muerte.
Y ninguno se cree nadie
y cada uno es
(la completud de la especie).
Pass by in silence, as
Silent is Time itself.
Live unknown, and so die."
PALLADAS of Aleaxandria, IVc. A.D.
Agobiados por sus inexcusables ocupaciones
(asegurar la continuidad de su especie)
la multitud de cangrejos
de estas playas bañadas de luna
no se detienen a mirar el paisaje.
Leen las señales a tientas
en medio de un fragor impensable.
Es mar y mar y marejada
y desovar en sus olas
de nocturno caos,
es más importante
que ponerse a salvo.
Ranas, hormigas, castores,
langostas, hienas, polillas,
anchoas, lobos, pingüinos,
alces, pulgas y ratas,
¡tanto esfuerzo, tanta lucha!
no hay salida de la especie,
¿hay que avisarles?
si no es por la única puerta
que a todos aterra y calma.
Pacto sellado y blindado,
sin remedio y sin auxilio;
ingentes esfuerzos, luchas incesantes...
¿Envidiable la endiablada meta
suprema y sagrada?
En sus religiones sin Dios
creen sin brecha alguna,
de nacimiento a muerte.
Y ninguno se cree nadie
y cada uno es
(la completud de la especie).
martes, 14 de diciembre de 2010
SIGFRID LACHMAN EN VIAJE
Sigfrid Lachman llega en el tren nocturno a
una ciudad en la que toda la gente duerme. Eso, al
principio, no lo sorprende. Pero al día siguiente,
nadie parece despertar. Siguen ostensiblemente
dormidos.
Intenta despertar al mozo y al aparente dueño del
hotel donde ha pernoctado, pero sólo obtiene gestos
de amenazante fastidio. Se sirve solo en los restaurantes,
camina de día por los desiertos parques, visita un par
de museos de la ciudad.
El siguiente tren pasa justo una semana más tarde.
El jefe de estación y el expendedor de boletos también
duermen de principio a fin.
Toma, en horario, el tren nocturno. Regresa a su asiento.
El mismo vecino de compartimento del viaje anterior,
que lee el periódico de una semana atrás, le dice: "¿Salió
a fumar?"
*
Este clase de historias se está volviendo un poco ¿cómo
decirlo?... reiterativas. Para que el relato proponga su
eficacia, es necesaria su brevedad. ¿Estaba vestido de
la misma manera su vecino de asiento? ¿Trae Lachman
alguna prueba de su estadía en la ciudad dormida? En
más de una ocasión Borges recordaba un texto de
Coleridge: el personaje soñaba que viajaba por un
jardín, pero al despertar tiene una rosa húmeda en
las manos.
Creo que lo único realmente interesante en este caso es
que se trata de Sigfrid, el hermano de Rühl, y el protago-
nista de varias historias vinculadas a los trenes. Como se
ha puntualizado en otra parte, Lachman es el único
sobreviviente de los tres mayores descarrilamientos de
trenes de comienzos del siglo XX. Me refiero a los de
Szigetvár, Plevna y Komló. También es el creador del
Pequeño Ramal, vinculado a su extraña desaparición.
Joseph Roth, que nunca tuvo afinidad con el técnico
mecánico von Rühl en persona, sí simpatizó con la idea
de extender el Imperio Austrohúngaro y más de un
testigo afirma que ante la amenaza cierta de anexión
de Austria por Alemania, luego del ascenso al poder del
Führer, clamaba por un ejército de caballos de Rühl que
impidieran la tragedia. Los caballos de Rühl, para entonces,
habitaban lejanos galpones en Tatabanya o en Pécs, o bien
se oxidaban a la intemperie, u ocupaban, en dos o tres
casos, pequeños salones de museos militares.
Joseph Roth por Horacio Cardo
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