Me tendrías acá detenido frente a las letras
escribidiariamente
Penumbras del lado luminoso
En la espera esperable, tarde en la tarde
Con las manos rebosantes de letras vivas como cangrejos
Tu amor se desvanecería, ah, desvanecida
en las orillas del placer
Un renglón atrás era todavía una pregunta
Ahora las letr s se sa tean, la máq ina las mite
Máquina de comisaría
Esta letra, señor, ¿es suya?
A muchas no las imprime, pero ¿y qué de tus artes
adivinatorias?
Porque se me ocurre que todo lo que siento lo vas sintiendo
¿Te molestaría curarme también de esto?
Te queda de paso. Tu paso (en su doble y triple sentido), es lo
propiamente femenino.
O puede ser pura gracia. No estoy seguro.
NOTA
Ludman, estaba en esa época embebido en una declaración
de Henri Michaux: "Me he convertido en proa".
Su única estética -basada en la más completa ironía posible-
consistía, en su ya famoso "Soltar las riendas".
"El minuto crucial de la madrugada del 22 de diciembre de
1849, en la Plaza Semenorsk, en San Petersburgo". dice en
otro papel suelto Ludman, "es aquel en el que "el dolor se con-
vertirá en placer y la dicha en tormento/ para aquel que en la
muerte experimente la vida". Obsérvese el doble encomillado
que sólo cierra luego una de sus hojas. ¿Es Ludman el que ha-
bla?, ¿Es Dostoievski?, ¿Es Stefan Zweig hablando de Dosto-
ievski?
Son esas mezclas. Hay escrituras que viven de ellas.
Por su parte, 59 años después de lo referido, "Viktor Serge ha
escrito una "Historia de Rusia": "un poema extraordinario que
ha pasado desapercibido por supuesto, para casi todo el mun-
do." "¡En 1938!" También allí campea la figura de un todopo-
deroso que gobierna y vigila la vida de los hombres, sus súb-
ditos.
En una tercera nota encontrada, Ludman deja este garabato:
"entonces viene un intento, seguido de otros peores, y así su-
cesivamente, de imaginar la finalidad de tu propia vida..."
Y menciona a Rousseau, que inventó la idea del "sentimiento
de la naturaleza", y que poco después, cuando escribe las En-
soñaciones, en pleno delirio, declara que "todo sucede bajo el
ojo de Dios, bajo la mirada de una Providencia divina." "No es-
tá demasiado escondida, dice Ludman, la videncia, la mirada
que todo lo sabe, en esa idea." "Y una vez más: ¡soltar las rien-
das!"