martes, 14 de febrero de 2017
POEMAS DE GEORG TRAKL
Siempre me ha parecido excesivamente triste la poesía de
Trakl. Admirado por muchos poetas y ensalzado por los dos
mayores filósofos del siglo XX, los desolados versos de es-
te hombre apartado de la sociedad, tienen la extraña cuali-
dad de deslizarse por un borde entre lo humano y lo inhuma-
no -en sus poemas prima la naturaleza, sus colores, sus imá-
genes sin personas; con símbolos de pureza o de extrema
tristeza-, así como entre la vida y la muerte.
La relación incestuosa que sostuvo con su hermana Marga-
rete (Grete) lo cargó para siempre de culpa y fue causa y
efecto de su desarraigo social. Es un eje de su obra. Aldo
Pellegrini acota que "al ser en realidad el hombre un soli-
tario, buca en el amor la salida de su soledad. El incesto, en
cambio, acentúa la soledad." En una carta a Ludwig von Fi-
cker, de 1914, le escribe a quien lo ha ayudado en varios
sentidos a sobrellevar los aspectos más concretos de la
existencia: "Sensación en los instantes del ser semejante a
la muerte: todos los seres humanos son dignos de amor. Al
despertar adviertes la amargura del mundo: en ella está to-
da tu irredenta culpa: tu poema es una expiación imperfec-
ta."
Heidegger ha dedicado varios escritos a su poesía, y Witt-
genstein ha dicho: "No entiendo la poesía de Trakl, pero
me deslumbra, y nada hay que me dé mejor idea del genio."
VERANO
Al atardecer la queja del cuclillo
Se apaga en el bosque.
El grano se inclina más profundamente,
La roja amapola.
Una oscura tormenta se cierne
Sobre la colina.
El viejo canto del grillo
Muere en los campos.
Las hojas del castaño
Ya no revuelan.
Tu vestido susurra [cruje]
En la escalera de caracol.
La vela alumbra silenciosa
En el oscuro cuarto;
Una mano de plata
La apaga;
Noche sin viento, sin estrellas.
A LAS ORILLAS DEL PANTANO
Un hombre que camina en el viento negro; las secas cañas
[susurran quedamente
A través del silencio de las pasturas pantanosas. En los gri-
[ses cielos
Una migración de aves salvajes se mueve en filas
Cruzando en diagonal aguas sombrías.
Insurgencia. En las ruinosas casas
La podredumbre bate sus negras las;
Deformes abedules respiran pesadamente en el viento.
Anochecer en tabernas vacías. La nostalgia del hogar im-
[pregna
La delicada tristeza de los rebaños que pastan,
Visión de la noche: surgen sapos de las aguas de plata.
NACIMIENTO
Estas montañas: negrura, silencio, y nieve.
El rojo cazador desciende del bosque;
Ah la musgosa mirada del venado.
La paz de la madre; bajo negros abetos
Las manos dormidas se abren
Cuando la helada luna parece pronta a caer.
El nacimiento del hombre. Cada noche
El agua azul lava la base rocosa del barranco;
El ángel caído suspira al mirar su propia imagen,
Algo pálido se despierta en el sofocante cuarto.
Los ojos
De la pétrea anciana brillan, dos lunas.
El grito de la mujer en parto. La noche altera
El sueño del niño con alas negras,
Con nieve, que cae con suavidad de unas nubes púrpura.
EL CORAZÓN
El corazón salvaje se volvió blanco en el bosque;
Oscura ansiedad
De muerte, como cuando el oro
Murió en la nube gris.
Un atardecer de noviembre
Un corro de mujeres pobres parado frente al desnudo
[portón
Del matadero;
Carne podrida y entrañas cayeron
En cada canasto:
Horrible comida.
La paloma azul del crepúsculo
No trajo absolución.
El oscuro clamor de las trompetas
Viajó a través de las ramas doradas
De los empapados olmos,
Una bandera raída
Humeante de sangre,
Al cual el hombre escucha
En salvaje desolación.
¡Todos tus días de nobleza, enterrados
En ese rojo atardecer!
De la oscura entrada surge
La figura dorada
De una joven muchacha
Rodeada por la palidez de la luna,
Su séquito de otoño,
Negros abetos rotos
En la tormenta nocturna,
La escarpada fortaleza,
Oh, corazón
Que se eleva reluciendo en el frío de la nieve.
EN HELLBRUNN
Una vez más siguiendo el lamento azul del atardecer
Bajando la colina, hacia el estanque de primavera-
Como si las sombras de esos muertos por largo tiempo
[flotasen en el aire,
Las sombras de príncipes de la iglesia, de nobles mujeres-
Sus flores se abren tan pronto, las serias violetas
En la tierra al atardecer, y el agua cristalina lava
Desde la primavera azul. Los robles enverdecen
De un modo tan fantasmal sobre las pisadas olvidadas de
[los muertos,
Las nubes doradas sobre el estanque.
FUENTE
Robert Bly. The Winged Energy of Delight. Selected Trans-
latios. HarperCollins, 2004.
Hay al menos tres ediciones de los poemas de Trakl en caste-
llano:
Georg Trakl. Poesías. Con traducciones de Wolfgang von
Harder, Narciso Pousa y J. Rémy. Con un estudio de Martín
Heidegger. Editado por Carmina, en 1956. Mi ejemplar es
el N° (sí, estaban numerados) 119.
Georg Trakl. Obra poética. Traducción de Rodolfo Modern.
Torres Agüero Editor, 1992.
Georg Trakl. Poemas. Traducción, prólogo y notas de Aldo
Pellegrini. Ediciones Corregidor, 1972.
Versiones del inglés: Robert R. Rivas (c)
viernes, 10 de febrero de 2017
UN POEMA DE MICHAEL McCLURE
CARNE OSCURA 2
Para Jerome Rothenberg
YO ME ACUERDO
DE MÍ
RECORDANDO
antes
había
MEMORIA
la memoria
en oro
la memoria
en plata
la memoria
en azufre
la memoria
en
leones
la memoria
en
caras de tiburón
*
RECORDANDO
RECORDANDO
antes
de la memoria
antes
DE LOS PRODUCTOS
materiales
manifestación
de sí mismos
como
centros
de
consciencia
en
el
hambre
obliterando
SER
antes
recordando
recordando
memoria
*
Como
una cima alta
ZAPATO NEGRO
con
una suela nueva
de goma
un
pequeño pueblo
pileta de natación
tres estrellas
en el cinturón
de
Orión
motores a chorro
reformándose interminablemente
recordando
siendo
en
el
borde
(sólido)
un olor de eso
*
DIGNIDAD
PATRIOTISMO
pomada
para zapatos
quasares
novas
un dedo
tocando el mojado
sendero
cubierto de hojas
el llamado
de un pájaro carpintero
la misma
MEMORIA
recordando
tocando el pasado
los seres mágicos
cogiendo
en la réplica*
*
UN
BARCO
DE PAPEL
sobre
un mar
de mercurio
EL
MISMO
A
UNA
ESTIRADA
PARA
EL
ORIGEN
DE
EL
PRECIPICIO
-COMO
UN LOCO**
CON UN PERRO
QUE SALTA
MORDIÉNDOLE
EL
CULO
*
El origen
del precipicio
AN
TES
Naturaleza encerrada
en el espacio
y yo
vestido
con estos trapos
trapos coloreados
eso es lo que soy
CERO
EN EL OTRO
LADO
CERO
ACÁ
CERO
CERO
CERO
entre medio
recordando
recordando
hasta que
los bloques
SON
LO QUE
es
construido con
bloques
de
CERO
recordando
Oakland Hills-Tokio
* Puede ser 'réplica' o 'retruque' (retort)
** Puede ser 'loco' o 'tonto' (fool)
MICHAEL McCLURE, nacido en Estados Unidos en 1932,
es uno de los poetas beat que leyó sus poemas en la famosa
sesión de lectura de San Francisco en 1955. La novela de
Kerouac, Los vagabundos del Dharma, lo retrata junto a
Allen Ginsberg y el resto de la banda.
Ha publicado numerosos libros de poesía, así como ensayos
y obras teatrales. Muy cercano en su tiempo a los Doors y a
Jim Morrison, a quien promocionó como poeta.
FUENTE
Sulfur N° 37. Fall 1995.
Versión del inglés: Robert R. Rivas (c)
jueves, 9 de febrero de 2017
¡AFUMM!
Después del diluvio, los miles de idiomas
Nunca hubo tantos en la breve historia de lo humano
Cada idioma un mundo. Un mundo diferente.
Un nuevo intento de alcanzar lo real. O de señalarlo,
al menos.
Recorríamos esas tribus, esos pueblos, etnias, grupos ais-
lados geográficamente. Raíces de idiomas que germinaban
lejos o que resultaban arrancados para siempre.
Ahora, los idiomas se disuelven como la especie que los
pronuncia. Se terminan por decrecimiento, escasez, inexis-
tencia de los hablantes. Mueren, desaparecen.
Dentro de cien años, habrán dejado de existir el 90% de las
6000 lenguas habladas hoy en el planeta.
Eso no fue así en el Gran Pasado Humano.
Allí las lenguas florecían.
Un verbo podía tener más de mil formas.
Se estaba en plena germinación de las telas de lenguaje.
¡Cuántas telas!
Inmensa la variedad de materiales, tejidos y tinciones.
Nuevos velos caían sobre lo real, transparentándolo.
En el territorio de Phailán solamente, se crearon tantos
idiomas en un par de miles de años que era imposible no
convertirse en traductor, aún a muy temprana edad. Era
muy raro que los progenitores se comunicasen en la mis-
ma lengua. ¡Y los vecinos! Y los visitantes, invasores, via-
jeros, soldados, escribientes, nómades.
Era tremendamente farragoso pronunciar una frase, por
simple que fuera, en un sólo idioma. Siempre había frag-
mentos, ingredientes, partículas cuando menos, de otras
lenguas.
Llegó un momento en que circulaba una suerte de angus-
tia expresiva. El mismo sujeto contenía tantas partes de
lenguajes distintos que tambaleaba su sentido de la iden-
tidad. ¡Ni hablar de constituir reglas, estados, naciones!
Así es como casi por necesidad comenzaron a surgir idio-
mas que buscaban simplificar la terrible complejidad que
habían adquirido las cosas. Nombrarse ya era un dilema.
Pero los intentos resultaban vanos: en realidad sólo logra-
ban agregar nuevos términos, brotaban por todas partes las
proto-gramáticas.
Hacía falta simplificar, pero hacerlo sin perder la riqueza
de la polivalencia de los significados, las fantásticas telas
que los humanos habían tejido por milenios, y que ahora
ya no sólo cubrían la violencia del mundo, haciéndolo ha-
bitable para los seres humanos, sino que por su espesor y
cantidad, estaban asfixiando al mismo mundo que servía
de referencia y sustento.
El mito de Phailap dice que los más antiguos alquimistas
se reunieron con unos dioses medio marginales, de los que
hacían tratos con los humanos, y que luego del consejo de
éstos, decidieron crear una inmensa olla en la que comen-
zaron a vertir todos los idiomas que tenían, además de los
que pudieron capturar, junto con los que vinieron desde
lugares remotos, atraídos por la noticia de que podía haber
una solución para la selva que las lenguas iban formando,
atrapando en ella a todos los seres.
La olla hirvió durante unos cientos de años.
Cuando por fin los dioses marginados indicaron que era la
hora, los descendientes de los primeros alquimistas levan-
taron la tapa de la enorme olla.
Entonces brotó un sonido que nunca había sido oído antes,
una suerte de palabra inefable, que lo decía todo y que al
mismo tiempo afirmaba, negaba, resaltaba o particularizaba
hasta el menor detalle.
Una palabra como el primer pájaro de la selva, un sonido
como la floración simultánea de toda la naturaleza:
¡AFUMM!
Nunca hubo tantos en la breve historia de lo humano
Cada idioma un mundo. Un mundo diferente.
Un nuevo intento de alcanzar lo real. O de señalarlo,
al menos.
Recorríamos esas tribus, esos pueblos, etnias, grupos ais-
lados geográficamente. Raíces de idiomas que germinaban
lejos o que resultaban arrancados para siempre.
Ahora, los idiomas se disuelven como la especie que los
pronuncia. Se terminan por decrecimiento, escasez, inexis-
tencia de los hablantes. Mueren, desaparecen.
Dentro de cien años, habrán dejado de existir el 90% de las
6000 lenguas habladas hoy en el planeta.
Eso no fue así en el Gran Pasado Humano.
Allí las lenguas florecían.
Un verbo podía tener más de mil formas.
Se estaba en plena germinación de las telas de lenguaje.
¡Cuántas telas!
Inmensa la variedad de materiales, tejidos y tinciones.
Nuevos velos caían sobre lo real, transparentándolo.
En el territorio de Phailán solamente, se crearon tantos
idiomas en un par de miles de años que era imposible no
convertirse en traductor, aún a muy temprana edad. Era
muy raro que los progenitores se comunicasen en la mis-
ma lengua. ¡Y los vecinos! Y los visitantes, invasores, via-
jeros, soldados, escribientes, nómades.
Era tremendamente farragoso pronunciar una frase, por
simple que fuera, en un sólo idioma. Siempre había frag-
mentos, ingredientes, partículas cuando menos, de otras
lenguas.
Llegó un momento en que circulaba una suerte de angus-
tia expresiva. El mismo sujeto contenía tantas partes de
lenguajes distintos que tambaleaba su sentido de la iden-
tidad. ¡Ni hablar de constituir reglas, estados, naciones!
Así es como casi por necesidad comenzaron a surgir idio-
mas que buscaban simplificar la terrible complejidad que
habían adquirido las cosas. Nombrarse ya era un dilema.
Pero los intentos resultaban vanos: en realidad sólo logra-
ban agregar nuevos términos, brotaban por todas partes las
proto-gramáticas.
Hacía falta simplificar, pero hacerlo sin perder la riqueza
de la polivalencia de los significados, las fantásticas telas
que los humanos habían tejido por milenios, y que ahora
ya no sólo cubrían la violencia del mundo, haciéndolo ha-
bitable para los seres humanos, sino que por su espesor y
cantidad, estaban asfixiando al mismo mundo que servía
de referencia y sustento.
El mito de Phailap dice que los más antiguos alquimistas
se reunieron con unos dioses medio marginales, de los que
hacían tratos con los humanos, y que luego del consejo de
éstos, decidieron crear una inmensa olla en la que comen-
zaron a vertir todos los idiomas que tenían, además de los
que pudieron capturar, junto con los que vinieron desde
lugares remotos, atraídos por la noticia de que podía haber
una solución para la selva que las lenguas iban formando,
atrapando en ella a todos los seres.
La olla hirvió durante unos cientos de años.
Cuando por fin los dioses marginados indicaron que era la
hora, los descendientes de los primeros alquimistas levan-
taron la tapa de la enorme olla.
Entonces brotó un sonido que nunca había sido oído antes,
una suerte de palabra inefable, que lo decía todo y que al
mismo tiempo afirmaba, negaba, resaltaba o particularizaba
hasta el menor detalle.
Una palabra como el primer pájaro de la selva, un sonido
como la floración simultánea de toda la naturaleza:
¡AFUMM!
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