miércoles, 29 de julio de 2015

UN TROVADOR SICILIANO: GIACOMO DA LENTINO




Un poeta medieval, italiano, siciliano, de la tradición lí-
rica provenzal. En realidad, uno de sus iniciadores. Uno
que escribió los primeros sonetos. Al parecer notario de 
la corte imperial de Frederico II, en Sicilia, como figura 
en ciertos documentos de 1233 y 1240. Con seguridad 
murió antes de 1250. Mencionado en un pasaje famoso 
de la Divina Comedia, en el Purgatorio, XXIV, 
como el líder de una de las escuelas poéticas que prece-
dieron al dolce stil novo.
 Giacomo escribe en la tradición de los Trovadores, y fue
el primero, probablemente, en escribir este tipo de versos
en italiano. Siempre se mantuvo cerca de la lírica proven-
zal, tanto en los temas, como en las formas estróficas y
hasta en el vocabulario. No se han encontrado sonetos an-
teriores a Giacomo Da Lentino y se le considera el inven-
tor de esa forma poética. 
 Ezra Pound valoraba enormemente a los Trovadores. En
su libro de traducciones Confucius to Cummings, incluye
a Guido Guinicelli (1220-1275), pero no a Da Lentino.
Sin embargo, no dudaríamos en situar a éste entre los
inventores, una categoría de poetas "descubridores de
un procedimiento particular, o de más de algún modo o
procedimiento".
 El texto original en italiano fue editado por Bruno Panvi-
ni: Le Rime della Scuola siciliana. Vol. I dell' "Archivum
Romanicum". La versión al inglés es de Frederick Goldin.




                                                   1

Maravillosamente
un amor me abraza
y permanece siempre
en mi mente;
y en otra parte
pinta
la semejanza de su pensamiento;
ah, bella, yo hago lo propio:
dentro de mi corazón
porto tu imagen.

Siento que te llevo en mi corazón
como pintada en el muro,
y nada se ve desde fuera;
pero es como morir
no saber si sabes
como te amo en mi buen corazón;
porque siento vergüenza
hasta te miro ocultándome
y no te muestro mi amor.

Lleno de un gran deseo
he pintado un cuadro,
Ah bella, era tu semejante;
y cuando no te veo
miro esa imagen,
y parece que te tuviese delante;

como un hombre que cree
en ser salvado por su fe
en cosas que no puede ver.

Un dolor arde en mí,
soy como alguien sosteniendo fuego
escondido en su interior,
que cuanto más lo cubre,
más se desparrama
y no puede contenerse;
así ardo
cuando paso de largo y no te miro
a ti, rostro del amor.

Si me cruzo contigo,
no me doy vuelta,
Ah, bella, para volver a mirarte,
vas andando, y cada paso
me hace suspirar.
Y estoy en plena agonía
y apenas me conozco,
tanto, bella, me sufro.

Desde que te he alabado tanto,
mi dama, en todas partes,
por la belleza que posees,
no sé si te han contado
historias de mis halagos y artificios,
pues te noto dolida.
Pero si me miras
confirmarás las palabras que te diría
con mis labios.

Canzonetta nueva,
ve y canta este nuevo tema-
levántate en la mañana-
antes de la más bella,
flor de todas las mujeres merecedoras de amor,
más clara que el oro más fino:
-Tu precioso amor,
dáselo al Notario,
nacido en Lentino.


                                         4

El basilisco ante el luciente espejo
muere con placer;
el cisne canta más gloriosamente
cuando está próximo a su muerte;

el pavo real, estando en su mayor alegría
se altera cuando se mira los pies(1);
el fénix se quema íntegro
para regresar y renacer.

A tal naturaleza siento haber llegado,
al ir alegremente a la muerte ante su belleza,
y vuelvo sensual mi canto al acercarme al fin;

estando contento de pronto me desanimo.
ardiendo en el fuego me alegro nuevamente,
por ti, la más dulce, a quien deseo regresar.

(1) De acuerdo a los bestiarios, el pavo real siente vergüenza de sus pies
que no están, cree él, a la altura de su belleza.



                                                   5

Aquel que nunca antes ha visto el fuego
jamás pensaría que podría quemar;
más bien, su esplendor lo atraería,
al verlo, como un deleite, algo atractivo.

Pero si lo tocase en algún lado,
entonces sabría lo fuerte que quema;
aquella (que representa el amor) me ha tocad un poco:
mucho me quema. ¡Dios, si me abrazase!

si se abrazase en tí, dama mía,
que me haces pensar que serías mi solaz amándome,
y sólo me darías penas y tormento:

ciertamente el Amor actúa innoblemente,
ya que no ata al que se entrega a él sólo con palabras;
a mí, tu siervo, no me trae alegría (entusiasmo).

 NOTA  Estos poemas están escritos en un italiano medieval, 
muy mezclado con términos provenzales. Por ejemplo,
"che servo", es un término técnico de la poesía amoro-
sa provenzal que juega con la metáfora feudal de la su-
misión del enamorado confrontado con la amada.
La frase en italiano moderno diría "a mi che amo".
El término que cierra el soneto original es "isbaldimen-
to", que en provenzal significa 'alegría, entusiasmo', 
pero al perderse la rima (musical) con "tormento", de
los versos anteriores, se esfuma también el efecto de
contraste sugerido: allí donde el enamorado debía en-
contrar la pura felicidad, se encuentra con el inicio de 
sus problemas.

FUENTE (de los poemas)

Frederick Goldin. German and Italian Lyrics of the
Middle Ages. Anchor Books, 1973.

Citado

Ezra Pound and Marcella Spann. Confucius to Cummings.
An Anthology of Poetry. New Directions, 1964.









jueves, 23 de julio de 2015

UN CATÁLOGO DE ROSTROS Y DE MIRADAS



 Personas sin rostro, rostros sin mirada: formas diversas
de la inexistencia. Nada más cercano a nuestra misteriosa
identidad que la imagen del rostro. Nada más cercano a
nuestro verdadero morador que la mirada.
 Los rostros son... islas. El resto es mar.


                         ROSTROS Y MIRADAS

 Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás
y asusta a la niña que fuiste.
 Alejandra PIZARNIK. Extracción de la piedra de la locura.

 ¡Ser conocido! ¡Cómo podría ignorar que él es lo descono-
cido, bajo la máscara de un hombre como cualquier otro.
 Georges BATAILLE. 

 Y el rostro se consume como una llamarada
 Peter HUCHEL. 21 poetas alemanes vol. I.

Hay algo amoral en la observación atenta de la valentía y
el riesgo ajenos. Ayer entramos a desayunar en el comedor
y al pasar saludamos al guarda. Media hora más tarde ese
guardia había muerto por un fragmento de mina que había
llegado volando hasta el cuartel por pura casualidad. Me 
pasé todo el día intentando recordar la cara de ese mucha-
cho.
Svetlana ALEXIÉVICH. Los muchachos de zinc.

La pequeña volvió sus ojos de vieja hacia nuestras mesas,
parecía la última de una estirpe, la luz de las velas abiga-
rraba sus pupilas. Cantó con un hilo de voz, una voz que
venía de un cuerpo que no era suyo, desenterrado.
Fleur JAEGGY. Los hermosos años del castigo.

...ojos azules. No se pueden mirar los ojos azules. No le 
dan asidero a la mirada. Los ojos azules se atraviesan. Se
miran los ojos oscuros. Lo oscuro detiene la mirada. Ofre-
ce una resistencia. El ojo azul, no. Está sin mirada, azul. 
Unos agujeros.
Marguerite DURAS. Las conversadoras.

Miras fijamente el espejo
que contuvo sus ojos pintados.
Michael ONDAATJE. Escrito a mano.

Cómo llevabas tu mirada, semejante a una cosa que no estu-
viese quieta, reteniéndola en tu rostro inclinado hacia atrás.
Rainer María RILKE. Los apuntes de Malte Laurids Brigge.

Nos hemos mirado en silencio.
Nos hemos mirado con la seriedad precoz de los hijos
de ciego.
Henri MICHAUX. Adversidades, exorcismos.

tan pura como la mirada de una alondra,
como una mirada al mundo antes de las letras.
Wojciech KASS (n. 1964) Poesía a comtragolpe. (Poesía
polaca contemporánea)

¿Vuelve más precioso lo poco que encuentra quien agudi-
za la mirada? Palabras de Henry James, obligado a cerrar
su ventana a Venecia pues había demasiado para ver. (¡Los
palacios rosas! ¡El tornasol de la laguna!)
Ivonne VERDIER. El espíritu de las leyes salvajes.

Al hacerlo, me vi diciendo: "Huuuuy" y "¡Yupi!". Mary-
Emma me miraba con interés neutral. ésa era una expre-
sión que yo ya había olvidado y que ya nunca la veía en
los adultos. Pero era la mejor expresión que había. Increí-
blemente centrada: sabia, libre de prejuicios, angelical. 
Lorrie MOORE. Al pie de la escalera.

Ve el espectáculo como un entendido. Por mi parte, miro,
miro locamente. 
Victor SEGALEN. René Leys.

Al amanecer
los abetos son cobrizos.
Así los vi
hace medio siglo
antes de dos guerras mundiales,
con ojos jóvenes.
Bertolt BRECHT. Más de cien poemas. (Poema completo)

Víctor fija sus lentes 
en rostros que se esfuman

-atrapados ahora o ¿quién
volverá a verlos?
Adrienne RICH. Oscuros campos de la república.


La miré fijamente con todas mis fuerzas y ella también me
miró; pero de un modo extraño, como si yo me encontrase
más bien a mis espaldas e infinitamente lejos de allí.
Maurice BLANCHOT. La sentencia de muerte.

y en las pupilas de tus ojos - grandes joyas cuyas facetas
eran lacrimosas llamas, pero en verdad grandes joyas
sacudidas en un cubilete de dados que me ofrecías a mí.
Ted HUGHES. Cartas de cumpleaños.

Un rostro, animado por la calma.
Peter HANDKE. Ayer, de camino.

los rostros se consumen
de tanto mirarse.
Llegan a ser paisajes
de ruinas.
Valerio MAGRELLI. Vetas y naturalezas.

como la erupción de un cráter milenario resucita el recuerdo
de algo que no ha existido nunca antes en tu vida, despierta 
un rostro desconocido, terriblemente familiar en sueños; y el
rostro surge con la imagen de una infancia pasada que, sin
embargo, ha existido: ¡así es el rostro de la dama picada de
viruela!
Andréi BIÉLI. La paloma de plata.

Aquí están los viejos, los enfermos, el hijo imperial;
los solitarios, desesperados y mansos;
los feos; detrás de esos rostros puede leerse
la tiranía de una necesidad atroz.
Richard WILBUR. En A. Girri, '15 poetas norteamericanos'.

Asomada al parapeto
en el agua que fluye
vuestros ojos de luz intensa.
Dino CAMPANA. Cantos Órficos.

Porque a menudo yo dudaba de su amor. Sin embargo, me
decía, hay momentos en que una boca o unos ojos no pue-
den mentir.
Raymond RADIGUET. El diablo en el cuerpo.

La mirada es el poso del hombre.
Walter BENJAMIN. Calle de mano única.

Un perro se me acercó sobre tres patas nomás y me miró
como un apóstol al Señor cuando aún no le ha impartido
su misión.
Werner HERZOG. Conquista de lo inútil.

Así en el futuro, hermano del pasado,
quizá me vea tal como soy actualmente.
James JOYCE. James Joyce por sí mismo.

El rostro del procurador Rachevsky parecía esculpido en
dos curvas contrarias, una más larga que la otra, en una car-
ne dura y enfermiza. Cóncavo, en su conjunto, de la frente
abombada a la bola gris del mentón; una nariz curva, hin-
chada en la base, de fosas negras y peludas, le daba una
apariencia poderosa. La tez era sanguínea, tirando a violá-
ceo en algunas partes.
Victor SERGE. El caso Tuláyev.

Sus ojos han bebido mis pensamientos y en la húmeda cálida 
rendida acogedora oscuridad de su feminidad mi alma, disol-
viéndose, ha chorreado y vertido y desbordado una simiente
abundante y líquida... ¡Que la posea ahora quien quiera!...
James JOYCE. Giacomo Joyce.

Hay este poeta del Renacimiento en polaco, Jan Kocha-
nowski, cuya hija murió en la infancia, y él escribió una 
secuencia de 22 poemas. Stanislas Baranczak que enseña
en Harvard conmigo, dijo, sabés, realmente deberías echar-
le un vistazo a estos.
Seamus HEANEY. Talking with poets.

Todo lo que veo me sobrevivirá.
Anna AJMÁTOVA. Cit. por Carver.

De la tierra se levanta ahora
la luz más intensa del año
así que nos vemos mutuamente por primera vez

y apartamos la mirada.
Henrik NORDBRANDT. 3 X Nordbrandt.

Es la única mujer que le ha dejado mirarla tanto, con tanta
intensidad y durante tanto tiempo como él quiera, y una no-
che se da cuenta del por qué. Ella es dueña de sí misma.
Por mucho que la mire, no puede quitarle nada.
Kathryn HARRISON. La mujer de nieve.

¡Oh! la bendición con lágrimas de ella en la ventanilla, de
ella mirándome tanto, de ella de pronto tan vieja, deshecha
y despeinada y el sombrero mal puesto y absurdamente
torcido, la bendición de ella, expuesta, desilusionada, mise-
rable, vencida, partía, tan dependiente y oscura, un poco lo-
ca de desdicha, un poco imbécil de desdicha.
Albert COHEN. El libro de mi madre.

Dijo entonces, lo que me ha resultado inolvidable, dijo A.,
que los animales encerrados y nosotros, su público huma-
no, nos mirábamos a través de une breche d' incomprehen-
sion.
W.G. SEBALD. Austerlitz.

(A Milena) En su última carta se mostró usted tan fuerte
que me quedé mirándola como, desde mi silla de reposo,
miro a los alpinistas.
P. RUNFILA. Praga en tiempos de Kafka (carta del 3 de
junio de 1920).

Y mientras la contempla, le hace un hijo de alma.
Henri MICHAUX. Retrato de los Meidosems.

El bouffi de Ralph Gibson tiene unos ojos extraordinaria-
mente vivos, mira el gran azul en la camisa azul. Alegría en
su mirada: cree haber recuperado el mar de su infancia. A
mí, ese arenque me hace llorar.
Marguerite DURAS. El mundo exterior. [Bouffi -arenque;
bouffi, significa 'hinchado']

No me miro al espejo, y me miro desde el espejo.
Peter HANDKE. Vivir sin poesía.

Proust dice que "su rostro se había convertido en el de su li-
naje, anterior a su alma humana".
Roland Barthes. La cámara lúcida.

Atraviesan con sus ojos el misterio que es la fuente de mi
mirada todavía dormida. Hasta la profundidad en que se
piensa mi mirada, sus ojos penetran. Cabeza pequeña del
tamaño de un puño, fría y ligera. No eres el mismo perso-
naje que ayer de mañana, mas eres por cierto de la misma
familia: estupidez e ira calma. Uno tiene los demonios que
se merece: ¡he ahí mi retrato!
Max JACOB. Poesía francesa moderna. (Ed. de A.J.J.
Weiss)

Y, al contemplar esas fotos desvaídas, comprendo -el niño
que sobrevive en mí, comprende, con una punzada de do-
lor- que tengo edad suficiente para ser el padre de ese
hombre que murió hace casi 20 años y, sin embargo, aún
me desazona verlo feliz.
William MAXWELL. Adiós, hasta mañana. [Habla de su
padre cuando contrae su segundo matrimonio]

Durante su formación profesional había empezado a adver-
tir que muchas veces había una gran promesa en las caras
de los muertos, como si la tensión y el estrés de la vida hu-
biesen dado paso a una paz mayor. la relajación muscular
que seguía a la muerte era la respuesta científica; pero en
parte se preguntaba si esta explicación era completa. El ca-
dáver humano también portaba en la molleja guijarros de
un país desconocido en los mapas.
Julian BARNES. Arthur & George.

 Ofrezco un nuevo rostro al rostro sorprendido de las casas.
 Pierre OSTER. Antología de la poesía francesa actual.

una tierna misericordia le llenó a él el corazón al recordar la
frágil palidez de aquellos ojos, humillados y entristecidos por
la oscura vergüenza de la feminidad.
James JOYCE. Retrato del artista adolescente.

Los rostros, ¿son del cuerpo? A veces lo dudo. Parecen te-
ner vida independiente, encontrarse sin el peso de lo demás.
Vienen directamente de lo demoníaco y de lo angélico, de lo
profundo y de lo alto, lo demás es sólo terreno.
Guido CERONETTI. El silencio del cuerpo.

CARA
La pinto como un icono de la Transfiguración, concentrada.
Y la alimento como un icono con los besos de mis amigos.
A fin de que no muera.
Cuanto más intento tenerla, más me gusta mi cara.

También la valoro por su discreción: a decir verdad, no la veo.
La conozco tan solo por le tacto, como un límite, el calor de
                                                  la piel.
tan solo en el espejo nos sonreímos.

Tan solo entonces, muy reservada, como un mensajero en
                                 una tragedia clásica
empieza a hablarme sobre el tiempo que pasa.
Agnieszka KUCIAK. (n.1970). Poesía a contragolpe. (Poe-
ma completo)

En la estética del videoclip (y también cada vez más en 
nuestra vida cotidiana) empieza a dominar una nueva retó-
rica del rostro, la retórica del Gesto Indiferenciado.
Marek BIÉNCZYK. Melancolía. De los que la dicha per-
    dieron y no la hallarán más.

 La cara (en actitud actual, estática) es un gesto estratifica-
do de todos los gestos que hubo en esa cara en todo el tiem-
po anterior al momento de la observación. Y ese gesto es lo
que la mirada más o menos distraída percibe en un rostro y
capta mucho más que ninguna de las características particu-
lares de cada región u órgano del rostro.
Macedonio FERNÁNDEZ. Cuadernos de todo y nada.

esa cara que seguramente se haría añicos si se cayera al
suelo
Kathryn HARRISON. Los pies de la concubina.

PICADILLY
Bellas, trágicas caras-
vosotras que fuisteis lozanas y estáis tan abatidas;
y, oh, las envilecidas, que pudisteis haber sido amadas,
y estáis tan impacientes y borrachas,
¿quién os habrá olvidado?
Oh, caprichosas, frágiles caras, pocas en muchas,
las gruesas, las toscas, las descaradas,
Dios sabe que no puedo compadecerlas, quizá, como
                        [debiera;
pero, oh, vosotras, delicadas, caprichosas caras,
¿quién os habrá olvidado?
Ezra POUND. Poemas. (Es el -tremendo- poema completo)

Isabel Jaggard apretó esos labios que a ratos me parecían 
sanguijuelas gemelas agitándose en medio de una cara muer-
ta. Habló de nuevo.
Eric McCORMACK. Paradise Motel. [Una gran historia]

 lo que queda sobre todo son los momentos de algunos
                                                                                [rostros
de repente vistos en el azul grande los árboles verdes que
                                                                                [agitan
el color de una mejilla tanto casi nada como
¿Qué quiere decir una sonrisa en el tiempo desaparecido?
James SACRÉ. Poesía francesa contemporánea.

- ¡y fue todo un correr detrás del viento!
Pero la mano
que quiso atrapar el viento se cerraba alrededor de pétalos
    en caída precipitada
y el ojo descendía en la claridad de cielos agitados
y la boca inhalaba gigantescos pájaros
y la cara se volvía hermosa en la lluvia relampagueante -
Christoph MECKEL. En E. Siefer: El sueño tiene su pared.
Nueva lírica alemana. (Es el poema completo).

y de ella quisiera contemplar
su andar que inspira amor y el centelleo radiante de su rostro
antes que los carruajes de los lidios y antes que los soldados
en pie de guerra
SAFO. Poemas y testimonios.

El rostro del viejo, apuesto, sonrosado, de marcados rasgos
judíos y largos bigotones blancos, se da vuelta hacia mí 
mientras caminamos juntos cuesta abajo. ¡Ah! Perfecta-
mente dicho: cortesía, benevolencia, curiosidad, fiabilidad,
recelo, naturalidad, indefensión de la vejez, confianza, fran-
queza, urbanidad, sinceridad, advertencia, patetismo, com-
pasión: una mezcla perfecta.
James JOYCE. Giacomo Joyce.

El corazón de dios ha sufrido un cambio, igual que sus caras.
Cuando los hombres no existían, se parecía a los animales 
que después fueron sagrados. Y antes de eso era como los ár-
boles o el agua.
Rodrigo REY ROSA. El cuchillo del mendigo.

Sosciejny tenía un aspecto corriente y moliente, un poco co-
mo un espantapájaros fugado de algún huerto. Ésa es justa-
mente la pinta que tienen los cuarentones flacos en mono de
trabajo. El tiempo les borra el rostro y hasta que, de viejos,
se reconcilian con él, no recuperan sus rasgos propios e irre-
petibles. Tal vez para que la muerte los pueda distinguir.
Andrzej STASIUK. Cuentos de Galitzia.

Ciertos rostros se hacen más nítidos con lo que ven des-
pués de la muerte.
Tomas TRANSTRÖMER. El cielo a medio hacer.

La cara de la vieja Kroner resplandecía. La gente decía:
"Algo florece en la cara de la vieja Kroner". Era una cara
joven. Con una juventud que era debilidad. Con ese reju-
venecer que precede a la muerte. Cuando uno rejuvenece 
más y más, hasta que el cuerpo se derrumba. Más allá del
nacimiento.
Herta MÜLLER. El hombre es un gran faisán en el mundo.

Una sombra en movimiento nos aporta más que un cuerpo
rígido inmóvil. Un rostro siempre sonriente ya no nos en-
gaña. Sabemos que solo la muerte tiene una sonrisa eterna.
Joseph ROTH. Crónicas berlinesas. [Se trata de una visita
a un museo de cera]

Sus cejas tupidas se unían -"eso es signo de celos", nos dijo 
Idalou cuando él se fue, y musitó una advertencia sobre las
cejas que se tocan.
William GOYEN. Ángeles y hombres.

lucía el tipo de bigote que parece arrastrarse hacia arriba
en busca de un lugar cálido donde morir.
Lorrie MOORE. Como la vida misma.

Los rostros de las vírgenes se pintan con pintura diluida en
agua de rosa, ya que la representación de la efigie de la Pu-
rísima y, por el mismo respeto, también la de los santos, es
un acto religioso, verdaderamente místico.
Andrzej KUSNIEWICZ. La lección de lengua muerta.

 Su rostro es demasiado estrecho:
 parece una espada.
 La boca silenciosa; caen los labios.
 Las cejas dolorosas y espléndidas.
 Trágicamente se unen en su cara
 dos sangres muy antiguas.
 Marina TSVIETÁIEVA. Antología poética.

En su cara se libra una batalla entre la edad madura y la
adolescencia. Unos ojos vivos,  una enérgica nariz mas-
culina y unos gruesos labios infantiles. El fondo es de un
verde fascinante, profundo, que atrae como el agua bajo 
un puente.
Zbigniew HERBERT. Un bárbaro en el jardín. (Se refiere
al retrato del joven Francesco Gonzaga, pintado por Man-
tegna.)

pequeña, el pelo rubio, el cutis mate, la intensidad de la
mirada la salvaba de ser bonita. Después de verle los ojos,
el resto de la cara se volvía borroso, y al tratar de recordar-
la sólo quedaba la penetrante e interrogadora violencia de
los ojos inmensos.
Paul BOWLES. El cielo protector.

 Y fue como si la imagen de aquel único rostro pudiera dar-
le al gozo una lengua, una certidumbre a todo el poder y la
felicidad que sentía, resumidos en aquel pequeño óvalo, 
hasta que una sensación de triunfo y fe ingenuos me arrebató
de tal modo que me creí capaz de comer y beber toda la ciu-
dad, de poseer la tierra entera.
 Thomas WOLFE. Hermana muerte.




...Hable con quien hable, necesito, en definitiva, crearme una
cara especial, adaptada a alguna de las debilidades propias de
dicha persona, en detrimento, claro está, de lo que podría ser
mi verdadera cara. 
 De este modo he llegado a no saber cuál es mi verdadera ca-
ra. Que, de ser posible, tal vez no exista.
Cesare PAVESE. Cartas.

 Su rostro medio oculto por un velo se volvía transparente.
 Henri MICHAUX. Literatura francófona de Bélgica.

Adentro de tu máscara relampaguea la noche.
Alejandra PIZARNIK. Extracción de la piedra de locura.

 Al final

 él puso 
 su cabeza
 en la almohada
 y durmió
 su rostro vuelto
 hacia el sur
W.G. SEBALD. For Years Now.

 Mrksha Pojvalich, un hombre de cara tan estrecha que po-
día tocarse las dos orejas con una mano.
 Misroslav PAVIC. Paisaje pintado con té.

Estaba sonriente, pero volvía a tener un aire extraño, como
si sus rasgos faciales no encajaran bien en sus huesos de la
cara.
Richard FORD. Canadá.

la cara que, tras haber desocupado su cuerpo terrestre, con-
fesaba en un límite lejano su existencia enumerando solem-
nemente sus minutos.
Bruno SCHULZ. Obra completa.

 Las doctrinas islámicas más austeras tienen prohibida la
representación de cualquier rostro, no sólo del rostro de
Dios.
 J. COLE. Del rostro.

 Elena tenía seis años. Era hermosa como un ángel que es-
tuviera posando para una fotografía artística. Tenía los ojos
oscuros, inmensos y fijos, la piel del color de la arena moja-
da. Sus cabellos, de un negro de baquelita, brillaban como 
si los hubiera lustrado uno por uno y parecían descender
incesantemente por su espalda y sus nalgas. Su encantadora
nariz habría provocado un ataque de amnesia al mismísimo
Pascal. Sus mejillas dibujaban un óvalo celeste, pero basta-
ba fijarse en la perfección de su boca para comprender hasta
qué punto era malvada.
 Amelie NOTHOMB. El sabotaje amoroso. [Y luego agrega:
"Describir a Elena reducía el Cantar de los cantares a la ca-
tegoría de inventario de carnicería":]

 Vivo en la expresión facial del otro, como lo siento a él
vivir en la mía.
 M. MERLAU-PONTY. Citado por Cole.

Un rostro al fin del día
(...)
Un ramo de lluvia desnuda
(...)
Un rostro entre las balanzas del silencio
Un guijarro entre otros guijarros
Por las frondas de los últimos resplandores del día
Un rostro semejante a todos los rostros olvidados.
Paul ELUARD. Obra poética completa.

 Los muñecos del bunraku (...) el principal sostiene la par-
te superior del muñeco y su brazo derecho; tiene la cara 
descubierta, lisa, clara, impasible, fría como una cebolla 
blanca recién lavada (Basho)
 Roland BARTHES. El imperio de los sentidos.

 De tus ochenta y cuatro veces mil rostros
 usa sólo uno
 y ven a probarme, a pedirme.

 Si no vienes y me pides,
 maldeciré a todos tus antepasados.

 Ven con cualquier rostro y pídeme,
 yo daré,
 mi señor de los ríos encontrados.
 BASAVANA. Cantos a Siva.

 Sobre su rostro de entonces se han ido depositando en mi
imaginación sus rostros ulteriores. Cuando la evoco tal y
como era entonces, la veo sin rostro. Tengo que reconstru-
írselo.
 Bernard SCHLINK. El lector.

La cara del profesor Calcaterra era sintética: la boca, la na-
riz y las cejas se resolvían en un solo trazo económico, 
mientras los amplios terrenos de la frente y la mejilla se
extendían hasta las orejas diminutas, el pelo lacio, ralo,
canoso, y la mandíbula en forma de proa.
Jorge BARÓN BIZA. El desierto y su semilla.

 Al caminar June hacia mí desde la oscuridad del jardín,
vi por primera vez a la mujer más hermosa de la tierra. Un
rostro sorprendentemente blanco, ardientes ojos negros,
un rostro tan vivo que lo sentí a punto de consumirse de-
lante de mis ojos.
 Anais NIN. Cit. por N. Mailer en "Fragmentos..."

 Cuanto menos odio tendrían los hombres si cada uno de
ellos no usara un rostro.
 Henri MICHAUX. Darkness Moves.

 La esencia misma del autorretrato: es el único retrato que
refleja al creador en el momento del acto mismo de crear.
Spinoza distinguía la naturaleza naturante y la naturaleza
naturada: la primera activa, brotando, divina; la segunda
pasiva, acabada, material. Podría decirse que el retrato se
relaciona normalmente con la naturaleza naturada.
 Michel TOURNIER. El árbol y el camino.

 Su rostro era hermoso, pero impasible como un espejo
colocado a demasiada altura y que no reflejara más que 
los astros y el implacable cielo.
 Marguerite YOURCENAR. Cuentos orientales.

 Absuelto de las máscaras que he sido,
 Seré en la muerte mi total olvido.
 Jorge L. BORGES. Antología poética.

Tus brazos son como un joven pimpollo bajo la corteza,
tu rostro como un río iluminado.
Ezra POUND. Antología poética.

 Hice conmigo lo que no sabía hacer
 y no hice lo que podía.
 El disfraz que me puse no era el mío.
 Creyeron que yo era el que no era,
 no los desmentí y me perdí.
 Cuando quise arrancarme la máscara,
 la tenía pegada a la cara.
 Cuando la arranqué y me vi en el espejo,
 estaba desfigurado.
 Estaba borracho, no podía entrar en mi disfraz.
 Fernando PESSOA. Poemas de Alvaro de Campos.

 Estoy buscando el rostro que tenía
 Antes de que el mundo fuera creado.
 W.B. YEATS. Antología poética.

 Había una clara diferencia entre este rostro y los que yo
estaba acostumbrado a ver. Este parecía hecho a mano, y
los otros, fabricados en serie.
 Paul BOWLES. Días y viajes.

 Hay un verdadero derroche de caras.
 Adolfo BIOY CASARES. 

 En las calles de la mañana todos los rostros, todos los obje-
tos se me antojaban todavía húmedos del terrible baño de
sus noches.
 Giorgos SEFERIS. 6 noches en la Acrópolis.

 su rostro físico, diríamos, no su rostro mental
 Braulio ARENAS. El castillo de Perth.

Observo un retrato de Gustave Flaubert, rostro amplio, 
congestionado, ojos celestes, una calva rubia y mostachos
quemados, entre furiosos y lánguidos, un poco a la mane-
ra de Bismark, pero más llovidos.
Rodolfo RABANAL. La costa bárbara.

El hombre alto lo vio y le salió al encuentro; tenía ojos
grises y chatos como pedazos de cerámica esmaltada.
John WILLIAMS. Stoner.

 Fotos, fotos, fotos... Caras, caras, caras... De hiena, de cer-
do, de cabra, de mono, de loro. Pero no de tigre, porque los
tigres son hermosos, ¿no crees?
 Jean RHYS. Los tigres son hermosos.

Gran sonrisa en un hermoso rostro de gigante.
Charles BAUDELAIRE. Diarios íntimos.

 ¿Dónde andará mi cara, aquella otra, que alguien
 tuvo entre sus manos
 mirándola como a un río asustado?
 Ricardo MOLINARI. Antología Universal de la Poesía.

Los trenes expreso que se dirigían hacia el sur, a Merano,
a Trieste, a Italia, no paraban jamás en su minúscula esta-
ción. Pasaban a una velocidad desenfrenada por delante
de Fallmerayer, quien, dos veces al día, saludando con su
resplandeciente gorra de color rojo, se apostaba en el an-
dén. Los semblantes de los pasajeros en las amplias ven-
tanillas se desvanecían en una papilla de color blanco gri-
sáceo. El jefe de estación Fallmerayer jamás había podido
ver el rostro de un pasajero de viaje hacia el sur.
Joseph ROTH. Jefe de estación Fallmerayer.

 Tenía un bigote de sudor, dura la boca, de fábrica, y ojos
azules, evasivos. 
 V.S. PRITCHETT. Citado por M. Amis. Visitando a Mrs.
Nabokov.

 Los turcos tenían sagazmente observado cuán indecente
es el rostro. Lo cubren de telas y las miradas se escapan de
ellas, enloquecidas.
 Henri MICHAUX. Un bárbaro en Asia.

 su rostro rueda por mí
 como el sonido del agua
 en la noche,
 del agua cayendo en el agua.
 Alejandra PIZARNIK. Extracción de la piedra de locura.

 Antes el rostro revelaba el carácter, el alma; hoy no revela
sino el buen o mal gusto de quien adoptó ésa y no otra ca-
ra.
 Macedonio FERNÁNDEZ. Cuadernos de todo y nada.

 pero por largo tiempo tengo aún recuerdo
 de rostros insonoros, color de papaya y de hastío...
 St. JOHN PERSE. Antología del poema traducido.

Bebí un poco más de vino y fijé la vista en el mantel, vien-
do rezar a la gobernanta con el rostro levantado y los ojos
cerrados. Su pequeña nariz menuda y sus largos labios en
movimiento. Exactamente igual a un conejo, así era, igual
que un conejo ciego. 
Jean RHYS. Viaje a la oscuridad.

Con el haschich dentro soy como un halcón de caza. Si mi
mirada se extiende en círculo, será una sola vez, como una
rápida exploración del horizonte que no se repetirá. Busca-
mos un objeto para llegar a una pista. Si es un rostro nos
remontaremos por él hasta el fin del mundo. 
Henri MICHAUX. Miserable milagro.

Visita al museo. Con la mirada aguzada por las obras maes-
tras, pronto me dejo distraer por los demás visitantes, entre
los cuales distingo rápidamente originales, misteriosos, se-
ductores. Botticelli, Rembrandt y Van Gogh no tienen mu-
cho peso junto a tal o cual rostro vivo.
Michel TOURNIER. El vagabundo inmóvil. 

Veremos los ojos que él vio, los labios
que sus dedos rozaron, un cuerpo surgido 
de un temporal de nieve. Y veremos el cuerpo desnudo
tal como él lo vio, y los ojos y los labios que rozó,
y sabremos que no hay remedio.
Roberto BOLAÑO. Los perros románticos.

disparándome por un instante desde sus ojos perezosos de sos-
layo un chorro de veneno espirituoso.
James JOYCE. Giacomo Joyce.

De cuando en cuando, en la pared del gran hipogeo se abre
un nicho en que está el Buda sentado, dos veces mayor que 
un hombre de pie, con su sonrisa que es como la línea de la
luna sobre el agua, con sus ojos cerrados, de mirada vuelta
hacia el interior, con su rostro que detiene y atrae hacia sí
el pensamiento de quienes lo contemplan.
LANZA DEL VASTO. Vinoba o la nueva peregrinación.

 El campo de trigales es tan bello
 sólo porque están dentro
 las flores de amapolas y las arvejillas;
 y tu pálido rostro
 porque hacia atrás lo inclina apenas
 el peso de la larga trenza.
 Corrado GOVONI. Poetas italianos del siglo XX.

 pero su rostro, como el rostro de todos los muertos, era más
hermoso y sobre todo más significativo de lo que había sido
mientras vivía.
 Leon TOLSTOI. La muerte de Iván Ilich.

 Sobre las cabezas que pasan decoradas con caras. En las
cuales Vine asegura que puede leer la trayectoria de una
vida entera. Durante el período secundario de flaccidez
que sucede al rigor mortis.
 J.P. DONLEAVY. Cuento de hadas en Nueva York.

 pasan una madre y una hija de mirada tranquila. Lo cual
significa un marido y un padre que se rompen el lomo en
alguna parte. Las cabezas de la gente nimbadas por la luz
del sol ondulan como campos de flores. Cuando uno no
las mira demasiado de cerca. y les ve las caras de vampiros.
 J.P. DONLEAVY. Cuento de hadas en Nueva York.

 Mujeres a horcajadas sobre poneys desmelenados de ancha
frente llevan el vestido chino, pero su rostro se oculta tras 
un velo de crin negra parecido al tchedra de Bujara, a 4000
kilómetros de aquí.
 Ella MAILLART. Oasis prohibidos.

 ella vino con su cara de lluvia; una cara de estatua en in-
vierno, cara de alguien que se quedó dormido y no cerró
los ojos bajo la lluvia.
 J.C. ONETTI. Cuentos completos.

 Ponle cuidado por las calles, al atardecer, a las caras de
hombres y mujeres, cuando hace mal tiempo, cuánta gra-
cia y dulzura se ve en ellos.
 LEONARDO. El Malpensante.

 Era una frente asombrosa: relucía, destellaba. Parecía la
pantalla de sus Facultades Superiores; Lenguaje, Forma,
Número y todo lo demás. Su rostro era notable, incluso
en reposo.
 Amitav GHOSH. El círculo de la razón.

 De vez en cuando su cara aparece
 en las ventanitas de junto al techo de la casa.
 El rostro triste de una persona a la que encerraron
 y se olvidaron de ella.
 Raymond CARVER. Un sendero nuevo bajo la cascada.

 Un rostro que se parece a todos los rostros olvidados.
 Paul ELUARD. Cit. por S. Vinci en "En todos los sentidos"

 Emerjo al rostro, igual que un nadador que después de zam-
bullirse emerge a la superficie. Pero no me siento cómodo,
ni instalado.
 Henri MICHAUX. El infinito turbulento.

  Sus ojos son claros y pequeños como los de los santos vie-
jos. Penetrantes. Un poco lascivos. Pero no una lascivia car-
nal, sino distinta, si no fuera por lo salvaje de la asociación,
diría: trascendental.
 Marina TSVIETÁIEVA. Diarios de la Revolución de 1917.

 En el centro, en lo profundo del centro del palacio, un ros-
tro: un niño-hombre, y Emperador, dueño del sol e Hijo del
Cielo.
 Victor SEGALEN. René Leys.

 Lo único que siguió siendo infantil en ella fue la cara.
 Todos la han visto. Todo el mundo en Suecia puede recor-
dar su cara en cualquier momento. La preciosa carita de
grandes ojos que tiene la doncella en el dibujo de Picasso
El Minotauro y la doncella.
 Torgny LINDGREN. En elogio de la verdad.

 En una cabra de rostro semita
 sentía quejarse todo mal ajeno,
 toda ajena existencia.
 Umberto SABA. Poetas italianos del siglo XX.

 hacedme una nueva facha para que de nuevo tenga que
huir de vosotros en otros hombres, y correr, correr, correr
a través de toda la humanidad. Pues no hay huida ante la
facha sino en otra facha y ante el hombre podemos refu-
giarnos sólo en otro hombre. (...) ¡Perseguidme si queréis!
Huyo con mi facha entre mis manos.
 Witold GOMBROWICZ. Ferdydurke. (Es el párrafo final)

 A veces me pregunto si existe algún viajero que haya des-
cubierto en cualquier parte del mundo paisajes más repug-
nantes que los del rostro humano.
 Claude DELARUE. El tiempo de los elefantes.

 Me encontré a mí mismo, sin poder hacer algo al respecto,
en un estudio del rostro de mi bienamada esposa, notando
sistemáticamente los colores.
Claude MONET acerca de su esposa Camille en su lecho
de muerte. Cit. en "A Poet's Notebook".

LA MÁSCARA DEL MAL
Una talla de madera japonesa cuelga de mi pared,
máscara de un demonio maligno, en laca dorada.
Veo con compasión
las venas hinchadas de su frente. que insinúan
el esfuerzo que cuesta ser malvado.
Bertolt BRECHT. Más de cien poemas. Es el poema comple-
to (Yo lo llamaría "wishful thinking")

 Unos tenían la cara hinchada, amarilla, cubierta de mos-
cas; otros la tez, la delgadez, los gestos de los monjes del
Greco. Todos parecían salir de una explosión de grisú.
 Jean COCTEAU. Thomas el impostor.

Heidegger tenía un rostro ordinario, no un rostro inteligen-
te, dijo Reger,  era totalmente un hombre poco inteligente,
carente de toda fantasía, carente de toda sensibilidad, un
rumiante filósofo superalemán, una vaca filosófica cons-
tantemente preñada, que pastaba en la filosofía alemana.
Thomas BERNHARD. Maestros antiguos.

La lumbrera que le acoge tiene un rostro tan austero que
podría figurar en un billete de banco. Los norteamericanos
tienen una palabra para eso: dwem. Viejos sabios blancos,
selectos y doctos, con perilla y lentes.
Patrick DEVILLE. Peste y cólera.

su rostro grabado, sin cejas, de ardientes ojos oscuros, con 
unos labios encarnados algo temblorosos, sonríe, como si hi-
ciera tiempo que esperara noticias de un país lejano
Andréi BIÉLI. La paloma de plata.

  Incluso en los rostros, uno de los sitios más reales para
mí, objeto que se volvía sujeto con facilidad, la realidad
faltaba aún.
 Mejor que los trazos, su evanescencia venía a mi encuentro,
fantasmas que una emoción esponja.
 Henri MICHAUX. Emergencias, resurgencias.

Emil Jannings -que despreciaba el Cielo- cuando murió en 
su chalet junto al Wolfgangsee, comprendió qué magnífico
era lo que le aguardaba: pureza, ligereza y lo bello y lo ver-
dadero y un Dios bondadoso. Se le transfiguró el rostro. En
toda su carrera de actor no había conseguido poner una cara
así. De repente, en su lecho de muerte, sonrió dulcemente,
como si hubiera sido el propio Dios, Nuestro Señor.
Thomas BERNHARD. En Conversaciones con Krista
Fleischmann.

 sus pequeños ojos azules, por encima de las carnosas pro-
minencias de las mejillas eran como luces sumergidas en
el mar.
 V.S. PRITCHETT. Amor ciego.

En cuanto a May, su bellísima May, casi no hablaba. Y no
sólo parecía muda; también ciega. El opio hacía que las 
pupilas desaparecieran en los iris de color castaño. En cuan-
to caía la noche, los ojos que amaba se volvían tan fríos,
inexpresivos y desesperados como los de un tiburón.
Kathryn HARRISON. Los pies de la concubina.

su ojo recoge tan sólo aquellos gestos, aquellos momentos
que distinguen irrevocablemente un destino de cualquier
otro.
Roberto CALASSO. Cien cartas a un desconocido. [Refi-
riéndose a "Vidas imaginarias", de Marcel Schwob] [Escri-
be Fleur Jaeggy, en "Vidas conjeturales", acerca de la muer-
te del mismo Schwob: "Su rostro se tiñó ligeramente, se
convirtió en una máscara de oro. Los ojos permanecieron
imperiosamente abiertos. Nadie pudo bajarle los pérpados.
La habitación estaba ahumada en luto."] [Casualmente, 
Fleur Jaeggy es la mujer de Calasso]

Cuando un hombre muere
cambian sus retratos.
Sus ojos te miran de otro modo y los labios
muestran otra sonrisa.
Anna AJMÁTOVA. Citada por Rudy Kousbroek en un libro
inolvidable llamado: "El secreto del pasado".

lo ve todo con la turbia luz de un insecto.
Zbigniew HERBERT. Informe desde la ciudad sitiada.

Así se cierra el día
mientras paseo
por el silencioso huerto de las miradas
Valerio MAGRELLI. Ora serrata.

inclinado como la mirada de una vieja propietaria ante su
asesino -esa mirada que deja de estar en foco, esa distribu-
ción de la sangre que se modifica, esas napas de anemia
que se transparentan en el rostro.
Henri MICHAUX. Los que fui.

Y  mi madre se quedó mirando a la lejanía unos instantes,
como si pudiera ver el estrecho de Juan de Fuca en la dis-
tante línea de montañas, como si viera cobrar vida a las
luces de las cosas, como si estuviera viendo un mundo
nuevo.
Richard FORD. Rock Springs.

En toda mi larga vida no había visto más lejos que un gu-
sano de seda.
Ósip MANDELSTAM. Viaje a Armenia.

un escudo fino como la piel
de las mejillas.
Artur GRABOWSKI. Poesía a contragolpe.

El autorretrato fotográfico está prácticamente ausente de las
obras de los grandes fotógrafos. (...) Quizá porque en la to-
ma fotográfica -mucho más que en el dibujo- hay siempre
una parte de predación, de agresión y de ataque, que da mie-
do cuando se trata de volverla contra sí mismo. 
Michel TOURNIER. El árbol y el camino.

Y el pobre, viejo Charlie. Lleva tanta tristeza en sus ojos
castaños como para fundar un banco de dolor.
J.P. DONLEAVY. Cuento de hadas en Nueva York.

Y la luz nórdica, nociva y loca, se detiene sobre la pared.
Las cortinas de una ventana se estremecen, una mirada
queda atrapada allí, como si fuese el horizonte.
Fleur JAEGGY. Los hermosos años del castigo.

 Aquí no hay espejo y no sé que aspecto tengo, ahora. Re-
cuerdo que me miraba al espejo, mientras me cepillaba el
cabello, y recuerdo que mis ojos me devolvían la mirada.
La muchacha que veía era yo, aunque no del todo.
 Jean RHYS. Ancho Mar de los Sargazos.

 Helado como el espejo en que contemplas la huida de los
colibríes de tu mirar
 Benjamin PERET. Antología de la Poesía Surrealista.

miradas como cálices
Henri MICHAUX. Adversidades, exorcismos.

Cuando supo que yo también hacía pintura, me miró súbita-
mente en los ojos diciéndome: "¿Cómo? ¿Somos colegas?"
Repitió varias veces estas palabras, tras lo cual guardó silencio
y mantuvo fija en mí esa mirada profundamente observadora
y singular, perspicaz, horriblemente molesta.
Odilon REDON. En 'Los grandes pintores hablan de su arte'.

 disparando en esa mirada su último cartucho de conciencia
 Stanislaw WITKIEWICZ. Insaciabilidad.

El ojo del conductor en el espejo
como una abeja que va y viene
que quiere hacer miel
en una colmena de miradas.
Valerio MAGRELLI. El automovilista y otros poemas. En
Diario de Poesía, N° 42, 1997.

Cuanto más los entrecierro, tanto mejor ven mis ojos,
pues todo el día ven lo insustancial (...)
El día se me hace noche hasta el momento en que te veo,
y toda noche, cuando te sueño, se vuelve el más claro día.
William SHAKESPEARE. Los sonetos. [Este es el XLIII]

  Miré el mar hasta la nada
 Margueritte DURAS. Escribir.

Alice nos contemplaba con esa mirada a la vez afectuosa y
ligeramente burlona de las mujeres que siguen una conver-
sación entre hombres, esa cosa curiosa que siempre parece
oscilar entre la pederastia y el duelo.
Michel HOUELLEBECQ. Sumisión.

  Hace mucho tiempo que no me lo "paso bien", no sé 
cuánto hará, desde que tenía 28 años o algo por el estilo.
He visto muchas cosas pero, te diré, sin llegar a verlas del
todo. Como si alguien las hubiese visto ya. No eran nuevas.
Otros ojos las habían gastado ya, digamos.
 Barry HANNAH. En A.A.V.V. "Ficción súbita".

 Sombras azuladas. Oh, vuestros ojos oscuros
 que largamente me miran cuando paso.
 Georg TRAKL. Obra poética.

Se sentó frente a mí, y entonces, por primera vez, reparó en
mi existencia. Repentina, pero deliberadamente, me lanzó
una larga mirada. Sus ojos eran demasiado azules y oscuros
y sus cejas tan arqueadas que rodeaban totalmente el iris.
Fue una mirada notable, conmovedora, como si me hubiese
mirado un faro.
Ford Madox FORD. El buen soldado.

El que cierra los ojos se convierte en morada de todo el Uni-
verso.
El que los abre traza la frontera y permanece a la intemperie.
Olga OROZCO. Carta a Alejandra Pizarnik.

en la Autobiografía de un Yogi, de Sri Pramahansa Yoganan-
da (1893-1952) éste relata haber tenido la siguiente visión,
al golpearle en el pecho un famoso santo, Bhaduri Mahasaya,
en Calcuta: "Como si poseyera un ojo omnipresente, contem-
plé las escenas que estaban a mis espaldas, y a ambos lados,
con la misma facilidad que las que estaban delante de mí".
Mircea ELIADE. Más allá de este mundo.

fijos en la brasa las miradas se apagan
Gunnar EKELÖF. En O. Paz: 'Versiones y diversiones'.




CANCION DE LOS INDIOS PAPAGO

Me levanté temprano
en la mañana azul;
mi amor se había levantado
antes que yo, 
vino corriendo hacia mí desde las puertas del alba.
En la montaña Papago
la presa moribunda
me miraba con los ojos de mi amor.
En 'American Indian Poetry'.

Un cuadro dura lo que dura una mirada.
LE PARC. Cit. por G. Picon en 'Las lineas de la muerte'.

Siempre
tu mirada mojada está a los besos jugando...
E.E. CUMMINGS. Antología poesía norteamericana.

El vaso está en el ojo.
El vaso tiene pasión de mí.
Jacobo FIJMAN. Viaje a la otra realidad.

el relámpago que ilumina mira
Gaston BACHELARD. Cit. por R. Jiménez en 'La curva
del eco'.

El ojo del conductor en el espejo
como una abeja que va y viene
que quiera hacer miel
en una colmena de miradas
Valerio MAGRELLI. En 'Diario de poesía', N° 42.

las miradas con las que ha apagado las velas y ha cegado
el espejo de la pared
Martin R. DEAN. Cit. por Butcholz en 'El libro de los libros'

Aparto el telescopio
Y miro como Deneb
Se mueve hacia el cenit.
Mi cuerpo está dormido. Solo
Mis ojos y cerebro están despiertos.
Las estrellas me rodean
como ojos de oro. Ya no puedo saber
Donde empiezo y donde me detengo.
La leve brisa en los pinos oscuros,
Y el pasto invisible,
La tierra se ladea, las estrellas que bullen
tienen un ojo que se ve a sí mismo.
Kenneth REXROTH. En Milosz 'A Book of Luminous
Things'.

 La mirada es el poso de un hombre.
 Walter BENJAMIN. Dirección única. (Poso: sedimento
de un líquido)

 Si la luz se apaga, te quedas solo ante la noche. Y tus ojos
abiertos te iluminan. 
 Pierre REVERDY. Poetas franceses contemporáneos.

Las polillas nos miraban a través
de la ventana. Sentados a la mesa,
éramos 'brochetados' por sus centelleantes miradas,
más duras que sus quebradizas alas.
Adam ZAGAJEWSKI. En 'A Book of Luminous Things'.

 -Gracias por el café -dije, dudoso. Por un momento me 
lanzó una mirada impasible. Como si yo hubiera sido un
loro silencioso hasta ese momento y que súbitamente dice
una tontería.
John BARTH. El fin del camino.

Al principio no se vislumbra
el desenlace definitivo.
HERÓDOTO. En R. Kapuscinski, 'Viajes con Herodoto'.

Mary McDonald, te encontré en la calle
cuando estabas cansada y te dolía la cabeza,
pero disparaste perfume esmeralda de tus ojos,
acumulado en los bosques de Balin.
Allen TATE. Poesía selecta.

Lo que se expresa poéticamente es llevado a un foco más
preciso. El verso sirve para enfocar con más claridad, para
sublimar, se convierte en, casi en un sentido químico, una
sublimación de la visión.
Jean FOLLAIN. Poems & Texts.

Su mirada se había exorbitado tanto que hubiera aterrori-
zado a un verdugo.
Amitav GHOSH. El círculo de la razón.

nos observaba sin atención, como un almacenero que vende
productos defectuosos, y con mirada escrutadora, como un
fisiólogo.
Viktor SHKLOVSI. La tercera fábrica.

La mirada del león es simplemente funesta; la del leopardo
es malévola, destila el miedo atrapado que es la auténtica 
ferocidad.
Peter MATTHIESSEN. El árbol...

La tarde mira al agua,
azul, 
y el agua es toda la tarde,
azul.
Juan L. ORTIZ. En 'El lagrimal trifurca', set. 68.

y que podamos mirar el sol de frente hasta el olvido
Tristan TZARÁ. Poemas.

Voy con Ben al vertedero municipal. Dos recogedores de
basura. Uno es el cretino jorobado que vive con sus ancia-
nos padres en la casa junto al peral. El otro es un joven que
me mira con un odio incomprensible. Mi hijo me explica
que la mirada de odio es la mirada propia del carroñero. 
Revolver entre la basura es un asunto íntimo, a nadie le
gusta que lo descubran en ese momento.
John CHEEVER. Diarios.

Esta ventanilla está empañada. No veo bien.
Arturo CARRERA. Arturo y yo.

¿Todo gratis? ¿No se paga nada por mirarte?
Gesualdo BUFALINO. El malpensante.

Con espanto te ves dibujado en las ágatas de San Vito
Estabas mortalmente triste el día en que te viste allí.
Guillaume APOLLINAIRE. El mundo de G.A.

Vi en los ojos que tenía mucha necesidad de confiar en
mí -era esa mirada mitad noble, mitad fatua del que ha
decidido desnudar su alma- y una vez más mi actitud
cambió.
J. MITCHELL. El secreto de J. Gould.

Un pájaro, un escarabajo, una mariposa imitan a la mis-
ma contemplación ferviente que reservamos para un Tin-
toretto o un Rembrandt, pero nuestra mirada ha perdido
su frescor, ya no sabemos mirar.
Claude LEVI-STRAUSS. De cerca y de lejos.

Paseo mi mirada por el cielo
por si acaso con la suya coincidiera
Yamil BUTAYNA. Poesía árabe clásica.

por eso las gafas deberían llevarse
entre el ojo y el cerebro,
porque está ahí, entre bosques
y plantaciones de nervios
el error de la mirada
Valerio MAGRELLI. Ora serrata.

No voy a beber vino contigo
Porque eres un chico bribón.
Sé que ustedes tienen la costumbre
De besarse bajo la luna con cualquiera
En nuestra casa, en cambio, la quietud
Y el sosiego son la felicidad.
En nuestra casa no permiten
Levantar los ojos claros.
Anna AJMÁTOVA. Poesía escogida.

como un perro
dice Cezanne
así es como el pintor
debe ver, el ojo
fijo y casi
desviado
W.G. SEBALD. Unrecounted.

Sentado como estaba, no tenía en absoluto el aspecto de
alguien que espera. Parecía no aburrirse ni un instante.
Sus encendidos ojos lanzaban chispas sobre los objetos de
la habitación, sobre la alfombra, el mantel, el jarrón de
piedra azul, el cojín con bordados, como si quisiera pe-
garle fuego a todo.
Joseph ROTH. La rebelión.

Están [una pareja] en el temor de que sus ojos se miren
Marguerite DURAS. Los ojos azules, pelo negro.

... me había dicho que como no podíamos ver sin inventar
lo que veíamos, al menos deberíamos intentar hacerlo como
es debido.
Debemos intentarlo no porque la alternativa sea el vacío, si-
no porque si no lo hacemos, nunca seremos libres de las in-
venciones de los demás.
Amitav GHOSH. Líneas de sombra.

Pienso en ciertos alienados agitados, rompedores y destruc-
tores; en uno, a quien vi atado, mantenido en la impotencia,
presa de tal concentración de odio que su mirada, virgen de
cualquier otro sentimiento, resultaba manifiestamente insos-
tenible. Sus ojos duros como guijarros disparaban balas. Era
un odio, y admitirlo resultaba horrible, un odio puro, contra
el que nada válido cabía oponer.
Henri MICHAUX. El infinito turbulento.

De golpe pude abarcar con la mirada un barrio totalmente
laberíntico, una red de calles que durante años había yo
evitado, el día en que un ser querido se mudó a él. Era co-
mo si en su ventana hubieran instalado un reflector que re-
cortara la zona con haces luminosos.
Walter BENJAMIN. Dirección única.

me cuenta: como hace años los ciegos eran mucho más nu-
merosos en las regiones nórdicas del Japón, y como no ser-
vían para nada, a la edad de 5 o 10 años se les reunía y se
les mataba. Pero ocurrió que un alto funcionario llamó un
día a una ciega, la llevó al jardín y le pidió que se lo descri-
biera. La ciega había recibido una buena instrucción: se 
preparaba para convertirse en itako. Describió el jardín y
dijo, entre otras cosas, que había allí un árbol y bajo el ár-
bol una linterna de piedra. Desde entonces, las gentes co-
menzaron a apelar a la clarividencia de los ciegos y ya no
les mataron. 
Mircea ELIADE. Fragmentos de un diario. [Itako es una
clase de la cual provienen la mayoría de los chamanes o
miko.]

los ojos salvajes
los ojos del cielo
Georges SCHEHADÉ. Poesías.

supe que esa mirada, untada en mi cuerpo como con un
pincel, me protegería toda la vida.
Severo SARDUY. En 'Teoría del cielo', de Arijón y Carre-
ra.

Los gatos que miran a los pájaros
tienen ojos que piensan
Los pájaros que miran a los gatos
tienen ojos que dudan
Los míos se cierran
Para meditar sobre los milagros.
Francis PICABIA. Antología de la poesía surrealista.

En todo cuanto miré quedé en parte.
Con todo cuanto vi, o pasa, paso,
Sin que distinga mi memoria
Lo que vi de lo que fui.
Fernando PESSOA. Como Ricardo Reis. poemas.

Mirar cómo se rompen las burbujas, dijo,
no es más extraño que mirarse a un espejo.
Irene GRUSS. Poema publicado en Clarín Cultural, el
8/11/90.

Alguna vez hubo un cine aquí. Pasaban películas mudas.
Era como mirar el mundo a través de lentes oscuros en 
una tarde lluviosa.
Charles SIMIC. Alquimia del tendajón.

-Mírame; mírame con las manos; los ojos no ven.
Giorgos SEFERIS. Seis noches en la Acrópolis.

un instante es la eternidad;
eternidad es el ahora.
Cuando ves a través de este instante,
ves a través del que ve.
WU-MEN (1183-1260) The Enlightened Heart.

la pálida Sarah [se refiere a Sarah Bernhardt], que levanta
un mundo con su mirada.
Jules RENARD. Diario.

Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que ve-
mos, sino lo que somos.
Fernando PESSOA. Libro del desasosiego.

¡Flores de cerezo, más y más hoy!
¡Las aves tienen dos patas!
¡Oh, y los caballos cuatro!
ONITSURA (1660-1738) The Book of Haiku.

Y cuando me miraba con su adormecedora mirada gris,
el sueño, como un soplo, traspasaba los muros de la casa.
Peter HUCHEL. Poesía alemana.

No recuerdo quién dijo que en la pura actividad del mirar
hay siempre algo de sadismo. Intenté inútilmente recordar
quién fue, pensé que había algo de verdad en aquella fra-
se; y así miré incluso con mayor voluptuosidad, con la 
perfecta sensación de ser sólo dos ojos que miraban mien-
tras yo estaba en otro lugar, sin saber dónde.
Antonio TABUCCHI. El juego del revés.

Contemplar, lo veía muy bien, nada tenía que ver con lo
que yo había creído. Contemplar es ser recibido.
Henri MICHAUX. Conocimiento por los abismos.

La Sra. Jarvis tenía enormes ojos cafés, tan acuosos, tan
tristes, tan implorantes, que cambiaban tan rápidamente
a una mirada de gran curiosidad cuando estudiaba a otra
mujer. Era una de las ovejas que levantan la mirada y no
reciben alimento.
Jean RHYS. Sonríe, por favor.


Para MICAELA, que mañana cumple 5 años.


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